Cuando el anterior presidente de Estados Unidos George W. Bush dejó la Casa Blanca, prácticamente logró la unanimidad de analistas e historiadores: la inmensa mayoría estuvo de acuerdo en considerarlo entre los tres peores en la historia de la república norteamericana, que ya no se cuece al primer hervor. Y ello, por una serie de factores: el crecimiento del déficit; el descrédito de su país en todo el mundo; el haber embarcado al ejército norteamericano en dos guerras sin objetivos claros; en el proceso, haberse enajenado el apoyo de aliados y amigos que en otros conflictos los habían acompañado... ¡Uf! Hacer un listado de las grandes metidas de pata de Bush 43 (su papá fue el presidente número 41) podría llevarnos un buen rato.
Lo que sí no se sabía es que, para colmo, a él se le pueden achacar los nacimientos de millones de niños que, en este planeta cada vez más depauperado, digamos que no tienen mucha cancha. Y ello, no sólo en Estados Unidos sino, sobre todo, en África.
Por un lado, de acuerdo a su visión religiosa estrecha y conservadora, durante los ocho años de su presidencia la educación sexual en las escuelas norteamericanas se basó en el principio de la abstinencia: para evitar embarazos y enfermedades contagiosas, en las aulas se enfatizaba el aguantarse las ganas... y había poca o nula información sobre prevención de males venéreos y métodos anticonceptivos. Y ello, por supuesto, puede tener gran impacto entre los adultos jóvenes.
De hecho, una reciente encuesta mostró enormes huecos en los conocimientos que sobre sexualidad tienen los menores de treinta años en los Estados Unidos. Esos jovenazos, que no recibieron educación sobre anticonceptivos, preservativos y ese tipo de temas, manifestaron una ignorancia preocupante sobre asuntos de sexo que uno consideraría básicos... especialmente en una sociedad tan abierta a esas cuestiones como la gringa.
Y claro, cuando no se sabe gran cosa de prevención, los niños chillones suelen ser el resultado.
Por otro lado, en el Continente Africano, la Administración Bush decidió destinar la mayor parte de la ayuda económica relacionado con la salud al combate contra el Sida, una auténtica epidemia en el África Negra. Política que resultó un éxito moderado: al parecer, gracias a ese esfuerzo, un par de millones de africanos no contrajeron el VIH.
El problema es que ello desvió recursos de los programas de prevención del embarazo, distribución de anticonceptivos y otras medidas para paliar el crecimiento demográfico. Y las consecuencias están a la vista: los índices de natalidad en muchos países pobres africanos aumentaron esta década.
Así que hasta de cierta sobrepoblación podemos acusar al tonto del pueblo. Como dicen en mi barrio: no hay nada más peligroso que un idiota con iniciativa.