Alguna vez mi padre me preguntó que si había algún pendiente, la primera vez que me hizo esa pregunta me pareció muy extraña y le dije ¿pendiente de qué? Y tranquilamente contestó algún pendiente por si me muero. Durante algunas semanas duré cavilando ¿por qué me había comentado eso? Y ¿por qué ahora? Confieso que más que pensar me embargó una tristeza profunda porque en realidad nunca había pensado en eso y jamás imaginé que algo así pudiera pasar. Afortunadamente mi padre goza de muy buena salud prueba de ello es que sigue renegando a diario, lo cual es un síntoma inequívoco de interés en esta vida.
Han pasado ocho años de este comentario y se ha repetido en por lo menos tres ocasiones más, coincidentemente empezamos a hablar de esto cuando me tocó la fortuna de ser padre por primera vez, y entre más lo hablamos creo que entiendo un poco más de esto pero definitivamente jamás voy a evitar el dolor.
Desde chicos nos enseñan que lo único seguro en la vida es la muerte, pero cuando uno lo piensa a los 20 años parece algo de lo más lejano, si lo piensas a los 30, creo que ni tiempo tienes de hacerlo, pero conforme avanza la edad del ser humano esto se vuelve como el tema de diario.
Existen religiones o ideologías casi como seres humanos existimos y cada una le da la explicación según su perspectiva, que si reencarnamos, que si seguimos a otro lugar, que si se gana el paraíso o si se viene a esta vida a hacer penitencia para ganar el cielo, etc.
Todas estas explicaciones sirven para que los seres humanos manejemos mejor la angustia que nos produce el dejar de existir y en un sentido más espiritual, es lo que le da sentido a nuestra existencia. Por ejemplo yo podría hacer bien a los demás con el fin de que en el futuro pueda tener algún lugar en el paraíso, o simplemente hacer el bien porque en mi próxima reencarnación pudiera ser una entidad más elevada.
Sea cual fuere nuestra expectativa o razonamiento sobre la muerte, es un tema escabroso que nos llevaría más de una noche intentar explicar, pero el hecho de cuestionarnos para que estamos y que estamos haciendo en nuestra vida seguramente va a producir que nuestra estancia en este mundo sea más llena de sentido, y al menos intentaríamos darle congruencia a nuestra existencia.
Hace algunos meses falleció la abuela de mi esposa, en realidad no su abuela sino más bien su madre, ya que la acompañó en sus años de infancia y adolescencia, no sólo en el aspecto físico sino en el emocional, obviamente fue un momento muy triste para ella, pero lo que más me sorprendió es la tranquilidad con que me contestó pocos días después del fallecimiento, diciendo que ella le dio lo mejor en vida y que no se quedó con las ganas de nada. Lo que me llevó a hacer una semejanza con las palabras de mi padre "no hay pendientes".
Quizás usted vea estos comentarios como una explicación simple del fenómeno y sobre todo subjetiva, créame que no se pretende nada más, ya que para enfrentar una cosa hay que hablar de ella, y sobre todo si necesito o tengo pendientes con las personas amadas, lo mejor es resolverlas en vida y no ir a llorar a la tumba de mi familiar aduciendo que nunca tuve tiempo, que no me entendió o que no estaba preparado.
Definitivamente nunca vamos a estar 100 por ciento preparados ni listos, pero si tratamos de vivir con congruencia, aceptando las limitaciones propias y sobre todo las de los demás, amando a la gente importante sin importar si es terco, chismoso, enojón o impulsiva, vamos a vivir intensamente y no quedarán tantos pendientes como imaginamos.
Finalmente como lo dijo un autor, que en este momento no recuerdo, el que tiene miedo a la muerte, lo tiene a la vida... ah y papá nunca estaré lo suficientemente listo, pero eso sí, ¡pendientes, no los hay!
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