A pesar de los jaloneos en las relaciones entre México y Estados Unidos, esta semana arrancó una ofensiva por parte de ambos gobiernos para resolver diferencias y disipar los nubarrones.
De entrada hay que ver con ojos optimistas los acercamientos que incluyen la visita de Hillary Clinton a México en esta semana y la del presidente Barack Obama en abril.
A dos meses del Gobierno de Obama cabe destacar la gira de la titular del Departamento de Estado a territorio mexicano, la primera que realiza a un país latinoamericano al igual que ocurrirá cuando Obama pise suelo azteca en las próximas semanas.
Según el ex canciller Jorge Castañeda, la señora Clinton llega débil políticamente a México por dos razones: los temas de seguridad fronteriza han sido delegados a Janet Napolitano del departamento de Seguridad Interna. Segundo: el reciente anuncio de la visita de Barack Obama convierte el viaje de Clinton en una mera gira de avanzada.
No obstante hay que recordar que Hillary Clinton tiene un nombre y un esposo muy conocido, ambos han sido amigos de México y lo demostraron en varias ocasiones cuando estuvieron al frente de la Casa Blanca. Si el Gobierno de Felipe Calderón aprovecha con oficio diplomático esta visita, tendrá en la persona de Hillary Clinton a una aliada en Washington, cuya participación podrá ser decisiva a la hora de las grandes decisiones en la oficina oval de la mansión presidencial.
Obama tiene interés y simpatía por México, así lo demostró en su encuentro como presidente electo con Felipe Calderón y en reuniones con hispanos. Pero no es su prioridad porque no conoce la realidad mexicana y porque la economía e Irak preocupan más a su país. No olvidemos que Estados Unidos tiene intereses antes que amigos.
Esto explica por qué sigue acéfala la Embajada de Estados Unidos en México al igual que la Subsecretaría de Estados para Asuntos Interamericanos. Ambos cargos dependen del departamento de Estado, pero por tradición y por la importancia de la relaciones con México, las designaciones surgen directamente de la Presidencia. La gira de la canciller Clinton adquiere una relevancia muy especial porque en este momento es la mejor interlocutora entre México y el Gobierno de Obama, por no decir que la única.
Hillary ha utilizado un lenguaje moderado hacia México, muy distinto a los lamentos de algunas dependencias de seguridad que buscan militarizar la frontera de México bajo el pretexto de sofocar la violencia del narcotráfico, pero en realidad lo que desean es un mayor presupuesto y por ende aumentar su fuerza política.
Los temas oficiales a tratar en la visita de Clinton son inmigración y seguridad. En el primer caso no creemos que se consigan avances sustanciales, si acaso escuchar el punto de vista mexicano sobre los constantes abusos y preparar el terreno para un posible acuerdo entre Calderón y Obama en el mes de abril. En el segundo caso los canales para incrementar la cooperación son enormes. Por el lado mexicano coordinarse mejor con Estados Unidos en el combate al narcotráfico y perseguir sin tregua a los grandes capos como sucedió en Colombia.
Por Estados Unidos disminuir el consumo de drogas, el tráfico de armas y el envío de dólares que en cantidades industriales llegan a las manos de los capos mexicanos.
Nada fácil será mejorar a corto plazo las relaciones entre ambos vecinos. Luego de aquella efímera luna de miel entre George W. Bush y Vicente Fox, el Gobierno norteamericano olvidó a México y los dos países cayeron en un mar de choques y contradicciones.
Hoy se presenta una nueva y valiosa oportunidad. Hay que aprovecharla y tratar de recomponer la relación. México y Estados Unidos no podrán ser grandes aliados, pero sí vecinos que se apoyen y respeten mutuamente en asuntos estratégicos como la seguridad, la economía y la inmigración.
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