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Historia

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YAMIL DARWICH

Dice el proverbio: "quien no conoce la historia, está condenado a repetirla" y parece ser el caso de México y sus "castas" gobernantes, que a pesar de la tensa situación económica y política, continúan aferrados a sus usos y costumbres, algunos de ellos anómalos y graves.

En días anteriores, la Comisión de Hacienda de la Cámara Baja, acordó subir en un punto porcentual -16 por ciento- la tasa del Impuesto al Valor Agregado y en dos puntos -30 por ciento- el Impuesto Sobre la Renta.

Desde luego que debemos encontrar fórmulas para salir del embrollo económico en que estamos metidos, pero no escuchar a "Juan Pueblo", es una equivocación que a lo largo de la historia ha sido motivo de manifestaciones y rebeliones. Recordemos:

En 1519, seiscientos soldados españoles, al mando de Hernán Cortés, desembarcaron en las costas de Zempoala, cerca del puerto de Veracruz. Se trataba de un grupo de mercenarios que aportaban sus personas, armas y caballos para recibir a cambio el derecho al botín de guerra.

Zempoala era un Señorío menor, totonaco, nahuatlizado por imposición cultural. A decir de Bernardo García Martínez, historiador investigador del Colegio de México, formaba parte de mil quinientos pueblos mesoamericanos, de variadas lenguas, usos, costumbres y creencias.

En el Valle de México, dominados por la Triple Alianza, todos debían pagar tributos a los señores del México-Tenochtitlán, además de sufrir agravios y ser sometidos a guerras floridas para atrapar víctimas de holocausto para los dioses aztecas que exigían el sacrificio humano.

La presencia de los españoles fue bien recibida, por ser vistos como libertadores, más que conquistadores; su inspiración y liderazgo, permitió que los citados señoríos se unieran a ellos, ante la promesa de ser redimidos del yugo económico, los abusos y hasta la corrupción que les agobiaba.

La guerra de conquista duró de julio 1520 a agosto del siguiente año y la victoria fue debido a las fuerzas indígenas que repudiaron al sistema impuesto por el emperador y gran tlahtoani Moctezuma, que decidió no enfrentarse en batalla por razones aún no muy claras, tal vez por profecías religiosas.

Inteligentemente, los conquistadores trataron de cambiar religión y lengua -aunque muchos de ellos aprendieran el náhuatl- pero sostuvieron las bases de organización social de los indígenas, incluidas las líneas de mando político, lo que les permitió la oportunidad de asentarse y fundar a la Nueva España, que en mucho apoyó a la monarquía española en las guerras europeas.

Poco a poco, por la necesidad de recursos para sostener la guerra, puestos públicos y territorios fueron ofrecidos a la venta y comprados por el mejor postor; las leyes marcaron diferencias graves entre los mazahuales -el pueblo- los mestizos y españoles, creando resabios y ansias de justicia.

El Virrey y el Consejo de las Indias, actuaban en apoyo al rey, sostenidos por el Regio Patronato Indiano, concedido por el Papa, para que obtuvieran recursos aplicables a evangelizar, terminando en el Regio Vicariato, con plena potestad que, como consecuencia lógica, favoreció el abuso de autoridad y corrupción.

Finalmente, al perder españoles e hijos de iberos las prebendas con que se beneficiaban, intrigaron contra la corona y el pueblo pleno, encabezados por líderes religiosos, desencadenaron otra lucha fratricida que terminó logrando la Independencia de México.

El fenómeno se repitió un siglo después, cuando grupos de intelectuales liberales buscaron la justicia social y con ella oportunidades para todos los mexicanos, gestando una nueva batalla contra las clases privilegiadas que gobernaban y abusaban del pueblo, desembocando en una nueva revolución.

Desde entonces se han dado escaramuzas focalizadas, siempre causadas por el abuso y explotación de los más débiles.

A ello, actualmente, habrá que agregar los ingredientes propios de una economía globalizada de la Sociedad del Conocimiento, favorecedora del enriquecimiento de los pocos a costas de los muchos.

También debemos tomar en cuenta que, los antecedentes históricos, se dieron en decenas y hasta centenas de años transcurridos; los medios de comunicación actuales permiten que la información corra casi instantáneamente, como dice un profesor del campo de conocimiento: "estamos a un clic de los acontecimientos", y eso hace que las inconformidades germinen rápidamente.

Pulsar el sentimiento popular de inconformidad; percibir el enojo de los ciudadanos con sensibilidad política y leer u oír a los pensadores en editoriales y artículos de fondo, es responsabilidad de quienes ejercen el poder y deben rendir cuentas a los gobernados. Ya no se trata de cumplir con la voluntad de los electores, es la necesidad de mantener seguridad y orden.

Unos, sucumbieron ante la fuerza de los tlaxcaltecas y señoríos que les apoyaron; otros, sufrieron la revancha de la Noche Triste; algunos más, recientemente, pagaron con su vida y posesiones los años de abuso y sometimiento.

Me genera ansiedad pensar que nuestras políticos no sepan historia. ¿Qué piensa?

Ydarwich@ual.mx

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