El Señor hizo el mundo, y vio que todo era bueno. Mejor aún: vio que todo era bello. Bello el mar, con sabor y misterios de mujer, y fuente de la vida, como ella. Bello el cielo con su rebaño de nubes; con su sol, su luna y su alfabeto Morse de estrellas. Bello el crepúsculo matutino, porque después de él viene el día; y más bello aún el crepúsculo vespertino, porque después de él llega la noche...
Le dijo el Creador a Adán:
-No encuentro palabras para decir cuán hermoso es todo lo creado.
Dijo eso el Señor; se quedó pensando, y luego chasqueó los dedos, como si de repente se le hubiera ocurrido una maravillosa idea. Hizo un ademán, y el mundo se cubrió de flores. Hubo rosas, claveles, gladiolas, tulipanes, orquídeas, lirios, nardos, azucenas, margaritas, gardenias, magnolias, siemprevivas...
Le dijo el Padre al extasiado Adán:
-No podía decir lo bello que es el mundo, pero recordé aquello de: "Dígalo con flores". Y lo dije.
En efecto: con flores todo se puede decir. Hasta el amor, que con palabras no se puede decir, se puede decir con flores.
¡Hasta mañana!..