"Contigo aprendí a ver la luz
Del otro lado de la luna."
Armando Manzanero
Me recibe en el amplio jardín de la Sociedad de Autores y Compositores de México en Coyoacán. Durante poco más de media hora conversamos. Al final me dice que el diálogo es uno de los grandes placeres de la vida. Y, efectivamente, el maestro es un gran conversador.
Armando Manzanero nació el 7 de diciembre de 1935. Su padre era un trovador yucateco que nunca acabó de entender por qué su hijo tenía que romper las armonías y melodías tradicionales en sus composiciones.
Empezó a tocar el piano desde niño, pero a los 15 años ya lo hacía de manera profesional. Desde entonces componía. Su primera canción, "Nunca en el mundo", tenía influencia cubana. "En ese entonces era más fácil en Mérida escuchar la radio de Cuba que la de México" me dice.
Un día en Mérida -"Lo recuerdo como si fuera ayer"- su peluquero le cortaba el pelo a la sombra de un árbol. A la distancia un hombre empezó a gritarle y Manzanero le pidió que se acercara. Era Luis Demetrio, el músico yucateco más famoso de la época. Residente en la Ciudad de México, Demetrio había llegado a Mérida para ofrecer tres presentaciones, pero su pianista no había aparecido. Le habían dicho que ese chico de 17 años, al que le estaban cortando el pelo al aire libre, era un buen pianista.
Demetrio quedó tan satisfecho del trabajo del joven Manzanero que le dijo que, si se decidía ir a la Ciudad de México, él lo ayudaría. Manzanero no se hizo del rogar y el 5 de mayo de 1957 llegó a la capital, donde trabajó como promotor de discos, productor y pianista.
No pasó mucho tiempo para que las propias canciones de Manzanero empezaran a ser interpretada por cantantes importantes, como el puertorriqueño Benny Capó y el chileno Lucho Gatica, quien grabó "Voy a apagar la luz". A Angélica María le escribió la letra de "Eddie, Eddie". Su carrera como compositor dio un enorme salto en 1966 cuando Carlos Lico convirtió "No" y "Adoro" en grandes éxitos. El joven yucateco empezó a ser visto como uno de los mejores compositores de México y algunos lo consideraron, incluso, como el sucesor de Agustín Lara.
Pero Manzanero no se durmió en sus laureles. Si bien había estudiado música en Mérida, retomó la instrucción en la Ciudad de México y se convirtió en un músico muy completo. Él mismo me señala que algunas frases de sus canciones surgen del repertorio clásico. "Esta tarde vi llover" tiene compases tomados directamente del Lago de los cisnes de Chaikovski. Otras de sus canciones muestran la influencia de Chopin.
De hecho, Manzanero nunca ha dejado de evolucionar como músico. "No sé tú", grabada por primera vez en 1984, pero que Luis Miguel hizo un éxito en 1991 con su primer Romance, es de una complejidad tal que es raro el trío que puede interpretarla. Sus canciones de los años noventa, como "Nada personal", escrita para la telenovela homónima de TV Azteca, ofrecen armonías y progresiones complejas inusitadas en la tradicional música romántica mexicana. Íntimos, un disco de 1997 hecho en colaboración con el pianista y arreglista Bebu Silvetti ("¡qué combinación: un maya y un argentino!"), muestra a Manzanero en un ambiente de jazz de cámara. En 2008, en contraste, ofreció un disco con la Big Band Jazz de México.
Manzanero, ese hombre perennemente coqueto, que ha amado a tantas mujeres y que ha trabajado con cantantes como Tania Libertad y Susana Zavaleta, tiene fama de bohemio. Yo le pregunto si lo es. Él me responde que ésa es la única gran mentira que se ha dicho de él. "Me acuesto temprano y me engento con facilidad." Se llama a sí mismo "Un hombre con suerte". Pero recuerda las palabras de un amigo que le decía: "Entre más trabajo, más suerte tengo."
A como están los precios hoy, sería más barato, y por supuesto más rápido, que Pemex comprara una refinería ya construida en Estados Unidos en lugar de continuar con el proyecto de construir la nueva refinería de Tula.
