Siendo esta columna el colofón de tres sobre las memorias del ilustre coahuilense don Adrián Lajous estoy obligado a tratar el tema hasta el final, para deducir la lección que se desprende de estas palabras: "La responsabilidad es el ingrediente básico para controlar a la autoridad que ostente el poder político". La espesa verdad no fue entendida por los expresidentes de la República Luis Echeverría Álvarez y José López Portillo a quienes el destino aparejó como pioneros del malhadado autoritarismo de gastar, y a veces malgastar, el dinero de la nación mexicana.
A los dos, cada cual en su tiempo, les cayeron encima los muros de contención de la tasa monetaria nacional frente al entonces poderoso dólar. El efecto resultó, como suele suceder, desastroso: los mexicanos acaudalados sacaron sus capitales por todas las vías posibles para convertirlos en la moneda extranjera que les ofreciera mayor seguridad, mientras que los ahorradores de las clases media y baja de la sociedad contemplaban, desconsolados, cómo desaparecían sus frugales "guardaditos" ante la voracidad de la inflación galopante que las progresivas devaluaciones habían desatado en el país.
Pero López Portillo calificaba la primera de sus devaluaciones como "un problema de caja". Quería disminuir la importancia del incremento de la deuda pública del país que era del orden de los 25 mil millones de dólares, aunque luego se elevó a 33 mil millones de dólares.
Anota don Adrián Lajous su comentario en torno a este tema: "No le tengo confianza a la pseudo ciencia de la economía; sin embargo hay veces que es necesario recurrir a los economistas, ¡qué remedio! (.....) Uno de los economistas consultados fue el doctor Guillermo Ortiz, licenciado por la UNAM y doctorado en Stanford quien concluyó en un estudio solicitado por el multicitado don Adrián: "El endeudamiento incurrido durante el sexenio de JLP fue del orden de 57 mil millones de dólares". De dicha cantidad ¿cuánto fue necesario o siquiera realmente conveniente?
Si se acepta que en épocas anteriores a lo que la gente ha llamado "el docenato trágico" el crecimiento de la economía (promedio de 7% anual) era satisfactorio ya que resultaba bastante más alto que el de la mayoría de los países del mundo, se puede tomar como razonable la relación que entonces existía entre el crecimiento anual bruto y el incremento de la deuda externa.
Los regímenes sensatos de esa época pretendían siempre crecer más aprisa de lo que se podía sin provocar inflación y sin crear desajustes sociales y económicos". Según Ortiz la relación que existía en las épocas de crecimiento equilibrado indicaría que en el sexenio de López Portillo se debería haber incrementado la deuda en menos de 25 mil millones de dólares (...) Partiendo de esa base el endeudamiento excedente e innecesario fue del orden de 33 mil millones de dólares, que equivalen al 58 por ciento del endeudamiento total de ese período. Se dice fácil, pero 33 mil millones de dólares es una cantidad gigantesca, sobre todo para despilfarrarse".
Expresa el doctor Ortiz, el recién relevado de la gubernatura del Banco de México donde hizo el milagro de mantener estable la cotización del peso frente al dólar por más de un sexenio de respeto del Poder Ejecutivo Federal a su hábil dirección de las finanzas nacionales: "Cualquier desperdicio de recursos en un país con tantas carencias como el nuestro da lugar a censuras justificadas. Sin embargo, cuando el derroche alcanza las magnitudes que todos presenciamos antes de las crisis... la única actitud posible es la indignación. No sólo por que se haya incurrido en gastos de nulo beneficio colectivo, en lugar de atender las prioridades sociales".
Como sucede con las señoras parturientas hoy sufre México los dolores de gustos pasados. Uno de los estribillos del presidente José López Portillo para defender su inexistente programa económico y de finanzas públicas fue, a la sazón de aquellos años, la inconmensurable riqueza petrolífera. Tendríamos que aprender, aconsejaba JLP a los mexicanos, a manejar la riqueza, aunque él mismo no supiera cómo hacerlo. Dos sexenios después del suyo la riqueza vía Pemex ha desaparecido entre las fauces de los gobiernos tecnócratas y los gobernantes voraces.
Ahora mismo el país sufre las consecuencias de tantos errores y desvaríos, con el agravante de enfrentar a una sociedad dividida por la política, a un Gobierno empeñado hasta la muerte en una costosísima guerra interna imposible de concluir, con problemas de grave desempleo y mortal incertidumbre económica. Volamos rumbo a 2010, año del Bicentenario de nuestra Independencia y Centenario de la Revolución Mexicana. Sin dinero para celebrar aquellas gestas, sin proyectos para transformarlas en logros actuales y sin siquiera fuerzas para sobrevivir a la crisis económica.
Hoy, sin embargo, es la celebración entrañable de la Navidad. Paz y bienestar para todos...