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Inconciencia

Diálogo

YAMIL DARWICH

Debieron pasar decenas de años para que empezáramos a reaccionar y hoy día, el problema que representa la rebeldía del adolescente, ha desbordado a los padres de familia, profesores y autoridades civiles.

Durante el último tercio del siglo anterior estuvimos recibiendo múltiples mensajes; entre otros, la presencia de grupos de jóvenes -pandillas- que hacían suyas las banderas que les eran comunes. Los Hooligans en Inglaterra o los Maras en América, perseguían, al parecer, propósitos distintos: los primeros, mostrar su inconformidad por las pocas oportunidades a acceder a la vida decorosa en los países ricos; los segundos, pretendiendo en apariencia sobrevivir en naciones pobres o subdesarrolladas, cada vez más materializadas. Ambos: insatisfechos.

También aparecieron otros indicios poco atendidos y estudiados, como la disgregación familiar, donde los hijos se "independizan" del seno familiar y cultura regional a edades muy tempranas. Más allá de la realidad anglosajona, el fenómeno estaba manifestándose en Latinoamérica. "Son efectos de la globalización" -dijeron algunos- dando así un primer carpetazo al problema que seguía creciendo.

Por ese mismo fenómeno de modernidad, donde el consumismo estableció los patrones de conducta social, las madres debieron abandonar buena parte de sus funciones matriarcales; los padres, desde tiempo atrás las habían depositado en ellas desenfadadamente y ahora quedaba esa primera educación, antes familiar, en manos de centros aparentemente especializados en cuidados de bebés y primera infancia. Debo mencionar que algunos autores citan el hecho como positivo, favorecedor de sociabilización de los menores y mayor desarrollo psicomotor.

La infancia, para muchos, transcurrió entre horas en el aula y actividades vespertinas escolares y extraescolares, proliferando las academias de artes marciales y de danza, por mencionar algunas. Ese importante período de la vida transcurría fuera del hogar, lejos de la influencia educativa de padres, tíos y abuelos.

Empezaban ha aparecer niños-adolescentes, crecidos y desarrollados en un ambiente de "despadre y desmadre".

El resto de las horas de vigilia, de esos seres en desarrollo, son atendidos por nanas malas educadoras: la televisión e Internet, sin que ninguna acepte responsabilidad directa, quedando su regulación en reglas y medidas que los adultos quieran poner como límite en el hogar. Para desgracia, los padres están trabajando o descansando fuera o dentro del hogar; de hecho, tienen muy poco tiempo libre y buscan -legítimamente- horas de "relax" o de acompañamiento para ellos mismos.

Así, los adolescentes intentan aprender a vivir en soledad y exploran el mundo sin buenos consejeros y pésima información recabada por sí mismos, de amigos mayores que se dicen expertos o de adultos mal intencionados.

El estado de soledad les genera sensaciones varias, que van desde el sentimiento de abandono hasta no ser queridos. Estos efectos desembocan, en mayor o menor grado, según cada caso en particular, en: tristeza, melancolía, depresión y hasta intento o suicidio. Hay estudios, que deben ser confirmados, que buscan demostrar una relación directa entre el aprovechamiento académico y la mala o poca relación de los adultos con los jóvenes.

Los segundos educadores, los profesores, viven su propio proceso de adaptación a esta Sociedad del Conocimiento; están enfrentando a la competencia desleal para ganarse la vida; malos salarios y la invasión de otros, no preparados como educadores, que igualmente buscan encontrar ingresos económicos para atender a sus familias. Agregue las escuelas de todos los niveles que logran hacer negocio: a menos clases, mayores ingresos; a menor paga, más beneficio material. ¿Usted qué escuela eligió?

Aún ahora, muchos adultos -familiares de los muchachos- pretenden no conocer la situación escolar vivida por sus hijos, justificándose en que "no saben o no se dan cuenta", porque están ocupados, trabajando.

También habrá que analizar las cuestiones meramente fisiológicas: la adolescencia, como la definimos en el pasado, ya no se ajusta a conceptualizaciones tradicionales.

Los recursos económicos aplicados en incrementar salud y alimentación han sido sensiblemente incrementados, reflejándose en resultados de desarrollo humano; baste conocer la información recibida por los expertos, que hablan de actividad sexual en menores a los 12 años -antes definidos impúberes - con embarazos a edades consideradas infantiles, de niñas que ya han estado menstruando desde muy temprana edad.

Si la adolescencia tiene que ver con crecer, entonces habremos de reconocer que ese "problema" que todos vivimos alguna vez, las nuevas generaciones lo transcurren a menor edad, en soledad y con información distorsionada.

En tanto aparezcan propuestas frescas generadas por los expertos para hacer estudios integrales y actualizados del fenómeno; a la espera de que las autoridades enfrenten la realidad, tenemos mucho por hacer cuidando a nuestros adolescentes.

Son actividades que requieren sacrificio; entre ellas: concientizarnos y buscar soluciones prácticas y sencillas desde el seno familiar, tales como: encontrar tiempo para compartir con los hijos, conocer las bases del problema y buscar "socios" adecuados en la tarea de educar a nuestros seres queridos. ¿Qué opina?

Ydarwich@ual.mx

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