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Indígenas

Diálogo

YAMIL DARWICH

Dice Eduardo Galeano, autor de Las venas abiertas de América Latina: "Para quienes conciben la historia como una competencia, el atraso y la miseria de América Latina no es otra cosa que el resultado de su fracaso, perdimos; otros ganaron, pero ocurre que quienes ganaron, ganaron gracias a que nosotros perdimos".

Galeano, forma parte de un grupo de investigadores latinoamericanos que dedican su vida a estudiar a los grupos indígenas, buscando la preservación de todos ellos, sin duda de los más abusados y maltratados a lo largo de su historia, aunque cada 24 de junio les recordamos en el "Día Nacional de los Pueblos Indígenas", lanzando discursos vacíos de propósito y compromiso, desatendiendo nuestra responsabilidad humanista.

Nada de lo prometido se cumple y sólo les recordamos al transcurrir 365 días más o estando entrados en campañas políticas. En tanto, el número de indígenas decrece y con ellos se pierde toda la riqueza cultural que representan para nosotros y toda la humanidad.

Curiosamente, el sacrificio indígena americano, ha sido base del desarrollo económico del mundo occidental. A lo ancho y largo del territorio continental, existen datos históricos que asientan asesinatos, esclavitud, agresiones físicas y espirituales contra los indios latinos.

Empiece por los Estados Unidos de Norteamérica y aquellos peregrinos cristianos radicales, que luego de recibir apoyo y cuidados para salvar su vida durante el invierno, los combatieron y masacraron por considerarles salvajes e ineducables; luego, continúe con el exterminio sistemático que se orquestó en ese país, hasta acabarlos y a unos pocos expulsarlos a la Florida o a México, donde nuestros antepasados los recibieron con igual encono y ánimos de eliminarlos.

En la Puerta del Norte, los hacendados pagaban veinticinco pesos por cabellera india, pero como nosotros escribimos la historia, tal salvajismo les fue achacado como iniciado por ellos y explotado en películas del oeste, agraviándolos y marcándoles como salvajes.

Ya con anterioridad, la conquista española había hecho lo propio; corrieron ríos de sangre por las matanzas de los invasores contra pobladores del Valle de México, mismas que se continuaron en toda Latinoamérica o dejándolos reducidos a esclavos, escamoteándoles su derecho de ser reconocidos como seres humanos, con alma susceptible de salvación.

No olvide la muerte de indígenas cubanos, bolivianos, peruanos, ecuatorianos, colombianos, chilenos, uruguayos, brasileños y hasta argentinos, que sufrieron la desgracia del descubrimiento de sus riquezas naturales por el colonizador, estimulándoles la avaricia que les hizo atravesar el mar.

El oro, la plata, luego el mercurio, caucho, tabaco y las especias; después el algodón y la caña de azúcar, entre otros productos, sirvieron para el enriquecimiento de países como España, Francia, Holanda y la propia Inglaterra, empobreciendo a los aborígenes americanos, exigiéndoles jornadas laborales que ahora nos parecerían increíbles por deshumanizantes, logrando su casi exterminio, acción que hemos permitido que continúe hasta la fecha. Recuerde los sucesos recientes en Guerrero.

Igual sucedió en La Laguna; al colonizarla -no conquistada- los arribados dividieron las tierras; las limitaron con cercas y vallas, construyendo represas que alteraron el cauce de los ríos y, consecuentemente, afectaron el ciclo natural de flora y fauna, de la que dependían los habitantes originales.

Narran las primeras Anuas -informes anuales de los religiosos- que nuestra región estaba forestada con bosques de mezquites y álamos, con abundante flora y fauna; también describen a los indios regionales como salvajes y agresivos, que seguramente lo fueron al resentir el efecto, en sus personas y familias, de la ocupación de estas tierras.

Con el paso de los años y llegada de las nuevas generaciones, considerando los cambios radicales en la forma de vida de los humanos, incluida la globalización, se va perdiendo información real y olvidando, hasta repudiando, la influencia en nosotros, de aquellos primeros pobladores de América.

No pocos jóvenes actúan despectivamente ante la realidad del indigenismo nacional llegando a renegar de ellos, confundiéndose en sus propias construcciones humanas; como se dice: "Que tragedia de los mexicanos: hablan una lengua que les fue impuesta -el castellano-; con sus palabras describen cosas y objetos en otra lengua que no dominan -latín y náhuatl, últimamente inglés- y que los obligan a memorizar, pretendiendo hacerles entender plenamente".

Si en el caso mexicano la dominación colonial tuvo efectos desastrosos para la sobrevivencia de los pueblos indígenas, en nosotros constriñó la cultura propia, despojándonos usos y costumbres, recursos culturales que bien pudieron enriquecer nuestra idiosincrasia de mexicanos y ahora, por ignorancia, generamos resistencias a reconocerlos.

Nos impusieron una cultura que no hemos adoptado claramente y ahora nos empiezan a confundir -culturalmente- con la nueva influencia de la globalización, que de paso nos genera dolor psíquico al menospreciar nuestros orígenes valiosos, llegándose a cumplir aquello de "destruyo lo bello que hay en ti para no necesitarlo".

No se trata de hacer caridad, sino justicia. ¿Acepta pensarlo?

ydarwich@ual.mx

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