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Invade el pesimismo

ACTITUDES

José Santiago Healy

El sentimiento de moda y que peligrosamente envuelve al ambiente se llama pesimismo.

En la bolsa de valores, en los negocios, en los bancos y ni se diga en los medios de comunicación, todos los días escuchamos tragedias y pronósticos por demás sombríos.

Hay dos riesgos muy graves en torno al pesimismo. El primero es creer todo lo que se dice y terminar por convertir en realidad los peores pronósticos.

Esto nos recuerda dos anécdotas que seguramente usted ha escuchado. La primera se refiere a aquel hombre que terminó atropellado porque ese día amaneció con el presentimiento de que alguien lo mataría. Era tal su estrés y pánico que al salir corriendo para refugiarse en su casa no se fijó en el camión que venía a alta velocidad.

La segunda anécdota habla de una respetada anciana que al despertar tuvo la sensación de que pasaría algo muy grave en su pueblo. Su sentimiento se extendió por la aldea al grado que después de las cinco de la tarde los habitantes huyeron del lugar, despavoridos porque algo malo habría de suceder.

Presa del pánico el último poblador prendió fuego a las casas para evitar que fueran saqueadas. La anciana volteó a la aldea cuando ya llevaba una hora de haber salido y al ver las llamas exclamó: "yo sabía que algo grave pasaría en mi pueblo".

El segundo gran riesgo se refiere a permitir que el pesimismo se enraíce en la sociedad y acabe por inmovilizarnos.

Así sucedió en la gran depresión de 1929 cuando errores del Gobierno de aquel entonces y la oleada del pesimismo hundieron a Estados Unidos por muchos años.

En México se vivieron momentos muy difíciles en los setenta y luego a partir de 1982 cuando la desconfianza y el pesimismo invadieron todas las esferas de la sociedad.

En ciertos círculos financieros y económicos norteamericanos ya se da por hecho que el plan de estímulo económico del Gobierno de Barack Obama no va a funcionar como tampoco los rescates de los bancos y la industria automotriz.

Las caídas recientes en el mercado de valores así lo indican y todavía peor algunos políticos y analistas que en su momento apoyaron fervientemente el rescate financiero del presidente Bush, ahora lo critican duramente y pronostican efectos desastrosos.

No cantan mal las rancheras en México. Basta escuchar la radio y leer algunos portales de Internet para darnos cuenta que la crisis económica llegó para quedarse a pesar de que las empresas mexicanas no sufrieron tantos descalabros.

Pero curiosamente los enfoques entre ambos países son bastante distintos. En Norteamérica se menciona a por lo menos veinte culpables por la debacle, desde Bill Clinton hasta George W. Bush, pasando por Alan Greenspan, Bernie Madoff, los directivos de los bancos y la sociedad consumista.

En cambio en México los culpables son tres: el presidente Felipe Calderón, el secretario de Hacienda, Agustín Carstens; y recientemente el empresario Carlos Slim por sus opiniones que fueron consideradas como catastrofistas por la alta burocracia.

Para los norteamericanos la solución es muy compleja y requerirá del sacrificio, voluntad y esfuerzo de todas las partes. Lo más importante es tomar acciones efectivas y oportunas, y tocará al Poder Judicial procesar en su momento a los culpables de la crisis.

Para los mexicanos lo primero es condenar a los culpables y después buscar soluciones que tienen que venir de "Papá Gobierno". Los demás actores se lavan las manos, incluyendo los partidos, quienes piensan que la economía corresponde sólo al Ejecutivo.

Salir del pesimismo no será fácil y menos en las actuales circunstancias. Pero algo tendremos que hacer antes que el pueblo arda en llamas.

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