Comentarios diversos sobre algunas revistas del mercado mexicano. Se agradece la Quién y el Hola!, pero se agradece más al dentista que las tenga, y así llenarnos la espera de valiosa información, y de piernas que pretenden en realidad lucir más largas, más flacas que lo que son, y de aristocracias que ignoro en qué mundo creen que viven.
Frivolidades aparte, lo que más se agradece es la diversidad. Las carencias son obvias, pero podríamos decir que México goza de publicaciones para todos los segmentos, edades e intereses, bastando sólo curiosidad para encontrar las cosas que a cada quien le parezcan buenas. En gustos se rompen géneros. Y habiéndolo mencionado, a continuación se enumera brevemente algunas publicaciones que hojeo regularmente, ya sea desembolsando, ya sea en alguna espera de aeropuerto o en el café de la esquina que las presta. El buen sinquehacer de las veintiún mil revistas.
A GatoPardo y Letras Libres, revistas completamente distintas, las compro y hojeo mensualmente. Letras libres se ha consolidado. Sus estupendos textos la confirman como heredera de una vieja estirpe, cuidadora al máximo de los detalles. Su calidad mensual, sin embargo, es a mi parecer desigual. Regalándonos en ocasiones ejemplares bellísimos, de los que permanecen dando vueltas durante semanas del buró al baño a la oficina al portafolios al asiento; mientras, en otros meses, con una breve hojeada basta.
Una muy tolerable inconsistencia ocurre también con GatoPardo. Aunque al final de cuenta prevalece el deleite de su refinada crónica, al más puro estilo periodístico colombiano. Su presencia nos confirma una cosa: es necesario un espacio para profesionales de la crónica periodística, cualesquiera que sean los temas que se aborden, con tal de que la historia esté bien contada (ejemplo de ello es ese magnífico texto reciente del NYTimes, sobre la supersticiosa selección de pelotas de los tenistas en el US Open).
La revista Proceso continúa con su mismo tono contestatario y sensacionalista. Le caló duro el retiro de Julio Scherer, pero creo que se ha sobrepuesto a la salida de su fundador y guía. Siento un resurgir con nuevos bríos en los últimos meses. La integridad, veracidad, profesionalismo y permanencia de una revista de las características de Proceso es importante en nuestra vida democrática. Me gustaría verla con más rigor, sin embargo, y con menos cotilleo vende ejemplares.
La revista Chilango vivió un momento formidable hace más de un año. Referente pop del acontecer capitalino. Resintiendo los relevos en la dirección editorial, conservó su inercia, aunque los últimos ejemplares parecen planos y faltos de sorpresa. Ojalá se recupere porque amenazo dejarla. Expansión es el Quién del empresario: crea perfiles y hace historias.
Algarabía es un pequeño librín que genera adicción. Tenerla en las manos es como sujetar una pequeña joyita alargada. Acompañar su génesis y consolidación ha sido verdadera fortuna. Lo ocurre con México Desconocido, aunque haya perdido su aire exótico y aventurero, y se haya vuelto comercial en exceso.
El País Semanal es otra joya para acompañar con café con leche. Incluso en la sección de cocina, pero más en la de decoración, vale la pena entretenerse. Deep y Spot resaltan por formato y propuesta gráfica, aunque sus contenidos dejen mucho qué desear. Vice, esa revista canadiense tan provocadora, tiene ya versión en español lo cual se agradece. Es un manojo de carcajadas. Y una oportunidad para que la juventud se acerque al quehacer periodístico desde el desenfado.
Existen muchas más. Esta lista no es limitativa. Las hay de fondo o más especializadas, para todos los gustos. Por supuesto hay extranjeras formidables. Todo es cuestión de curiosidad, acudir al estanquillo. Hojear con calma a través de semanas, y familiarizarnos con ellas. Su presencia y dinamismo es parte fundamental del hacer nación. Sus inquietudes son las nuestras, y el círculo es virtuoso. Apoyémoslas desgastándolas, comprando aquellas que nos gustaría guardar en los libreros, como si fueran joyitas.
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