La protagonista de la obra. Una de las grandes satisfacciones de Villoro en esta novela es que creó a una protagonista de mayor fuerza que el personaje masculino, un personaje femenino que atrapa al lector. EL SIGLO DE TORREÓN / CORTESÍA
En Llamadas de Amsterdam, la nueva novela de Juan Villoro, hay una entrañable historia de amor tejida por coincidencias, poder, separaciones, seducción, probables reencuentros y conversaciones telefónicas.
Se trata de un relato amoroso que tiene a la Ciudad de México, violenta y convulsionada como contexto, donde no faltan la criminalidad ni los resabios del poder que tuvo el Partido Revolucionario Institucional.
En ese ambiente del México del siglo XXI, el narrador, ensayista y cronista se planteó contar una historia de amor, pero "desde la mirada de alguien que quiso ser artista, pero no llegó a serlo".
Su protagonista, Juan Jesús, es un pintor que descree de su talento, a pesar de que su mujer, Nuria Benavides, confía totalmente en él y en el trabajo creativo que realiza.
"A Juan Jesús le duele no haber estado a la altura de lo que ella suponía que podía lograr. Su talento para el arte no ocurrió, pero es una persona que algunos amigos ven como alguien seguro y protector (percepción que también le sorprende). Quise reflejar los destinos raros que nos asignan los demás", señala en entrevista el autor de El testigo, novela con la que obtuvo el Premio Herralde de Novela.
A Juan Villoro le interesaba mostrar en esta novela corta que "todos estamos hechos de dos realidades: la que constatamos y la que concebimos" porque concibe que el amor tiene que ver justamente con eso. "Cuando nos ataca con fuerza, idealizamos a la persona y nos cegamos ante ella. Cuando entramos en crisis, descubrimos defectos que quizá no existen", manifiesta el escritor.
Pero el amor tiene un contexto y ese es el de la criminalidad de México, donde los secuestros están a la orden del día, pero además permanecen en la psique de todos los mexicanos. En la historia, uno de los amigos comunes de la pareja sufre un secuestro. Juan Villoro lo lleva a la ficción, pero en realidad se trata de un pasaje autobiográfico.
El tema un reto
Ambicionaba contar, con detalle, una historia de amor, pero donde sólo uno luchará por conservar los recuerdos vivos, incluso de revivir ese amor desde las llamadas telefónicas. Villoro parte de que en cada historia de amor todo depende de lo que la pareja vivió, del deseo de proteger ese amor, de las cosas que podrían dañarlo. Tal como los protagonistas de su historia hicieron, se amaron de verdad pero llegaron a un momento en que lo mejor era separarse.
Villoro quiso descifrar en Llamadas de Amsterdam un pacto imaginario que les permite a los dos amantes conservar algo del amor pasado sin volver a unirse. "Es difícil lograr eso y por eso me interesó como tema narrativo", señala el narrador que en El testigo se aventuró con una novela de largo aliento y que en esta novela sobre la melancolía del final de una historia de amor, exploró con eficacia la narrativa breve. Las llamadas que ese artista del óleo en decadencia hace desde la esquina de una de las calles que cruzan con Amsterdam, en la colonia Condesa, son para Villoro "un performance del amor" entre ambos personajes.