En esta época ha aumentado el número de niños que acuden a consultas médicas o sicólogos para tratar trastornos ligados a la ansiedad.
Es un hecho que la ansiedad puede provocar estragos y parálisis, por lo cual gente inteligente adulta muy inteligente, dotada de coraje y voluntad cae en un estado de desánimo y desesperación, nos cuenta Gabriela Soulé, especialista en educación especial y maestra en neurociencias, autora del libro “Cómo curar la ansiedad en los niños”.
La obra, comenta, nace de la necesidad de ayudar a los pequeños “a que eviten el infierno de la ansiedad”, para lo cual es necesario erradicar en los niños “miedos, la cólera, las falsas creencias, los traumatismos, la rebeldía y la timidez proporcionándoles una base sólida que les permitirá liberarse de muchas angustias y sufrimientos inútiles”.
Sicóloga de profesión Soulé comenta que a lo largo de su carrera se ha “dado cuenta de que lo que une a las personas que sufren una intensa ansiedad es la cólera que suelen experimentar hacía sí mismas, pues se sienten como niños, totalmente desprotegidas ante temores que no aciertan a controlar, aun sabiendo que dichos temores carecen de todo lógica”.
Reflexiona sobre sus palabras y menciona: “Durante mucho tiempo estuve convencida de que los problemas derivados de la ansiedad, como la depresión, el pánico y las distintas fobias, eran términos casi exclusivo de los adultos, pero me he dado cuenta de que los jóvenes se ven enfrentados a esos problemas a unas edades cada vez más tempranas, lo cual me ha obligado a tratar de considerar la ansiedad bajo una nueva perspectiva”.
El libro “Cómo curar la ansiedad en los niños” (editado por Sirio) tiene como fin “facilitar la vida de los niños y también arrancar del pie de muchos padres la dolorosa espina de la culpabilidad”. Sobre todo en esta época en la cual aumenta el número de niños que acuden a consultas médicas o sicólogos para tratar trastornos ligados a la ansiedad, a la vez que desciende la edad media de los pacientes.
Se diagnostican trastornos de pánico en niños de siete u ocho años, así como fobias diversas, sobre todo la fobia escolar, a edades tan tempranas como los seis o siete. A muchos se les prescribe ansiolíticos, unos medicamentos que tiene por objeto calmar la ansiedad y que durante mucho tiempo ha estado reservado a los adultos.
¿Cómo se detecta?
La ansiedad “es simplemente inquietud... Punto y aparte. Por ello, tanto si se trata de un niño pequeño, como de un adolescente o un adulto, la persona que experimenta ansiedad está inquieta... Se da un por un estado de desazón provocado por el temor a un peligro real o imaginario. Suele traducirse en una propensión a atormentarse y a preocuparse por todo tipo de cuestiones. En su expresión más simple, inquietud es miedo”, advierte.
Gabriela Soulé nos explica que el peor de los temores de un niño pequeño es hallarse solo, pues tiene necesidad de estar rodeado de personas que le sirvan de referencia en este mundo demasiado grande para él y en el que, de otro modo, se sentiría totalmente perdido.
“Este miedo le lleva a inquietarse ante un posible rechazo o abandono que le dejaría aislado y desprotegido. Se apega a las personas que le rodean como boyas que le permiten mantenerse a flote en la superficie”, indica la experta.
Llama la atención que cuando el miedo se transforma en pánico, “el espíritu queda obnubilado por un único pensamiento: intentar evitarla, y todos sus gestos apuntarán en ese sentido. Los niños perfectos y los hiperactivos experimentan una intensa dosis de ansiedad”.
La sicóloga no tiene duda en que “hay que curarlos desde su más tierna infancia, y a poder ser, sin medicación. El niño ansioso no está conectado consigo mismo, con sus necesidades y sus deseos. Su única razón de ser y de vivir proviene del exterior, de los demás para ayudarles con eficacia, es necesario reconectarle consigo mismo y enseñarle a vivir en la realidad”.
