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La apuesta

RENÉ DELGADO

El panismo hará hoy una apuesta cuyo resultado no tardará en conocerse y determinará el porvenir de su gobierno, su partido, su fracción parlamentaria y el sexenio... así como probablemente del país.

Sin un análisis de la coyuntura y, por lo mismo, sin el diseño de una política que integre y ajuste la actuación gubernamental, legislativa y partidista, los consejeros albiazules elegirán, si nada extraordinario ocurre, a César Nava como su nuevo dirigente. Días después éste nombrará a Josefina Vázquez Mota como coordinadora de los diputados y, luego, el panismo quedará a la expectativa de algún balance o anuncio por parte de Felipe Calderón, el presidente de la República, el primero de septiembre.

Será una apuesta porque suponer, sin cálculo ni proyecto político, que César Nava, Josefina Vázquez Mota y el Gabinete presidencial integran el dream team del momento es simplemente un acto de fe o un juego de azar.

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La coyuntura panista no tiene paralelo. Esa fuerza está quebrada política, económica y hasta moralmente. Ni vence, ni convence.

Si, desde hace un par de décadas, el panismo se caracterizó por ganar elecciones sin conquistar el poder; ahora, ya ni siquiera gana elecciones. Si desde hace un tiempo se propuso ganar gobiernos, sin perder la doctrina del partido; ahora ni gana gobiernos ni recupera la doctrina. Si en un momento creyó que la victoria cultural era suya, hoy esa bandera se ve hecha jirones.

En ese par de décadas, las lecciones de civismo se convirtieron en lecciones de cinismo; la integridad en corrupción política, económica o moral; los foros de reflexión política en cuartos de guerra electoral; las ideas en ocurrencias; los triunfos en voracidad; la doctrina en pragmatismo; y, por lo visto, la derrota en desconcierto e inmovilidad.

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Con casi 70 años de existencia, a Acción Nacional le tomó medio siglo, una brega de eternidad, conquistar su primer Gobierno Estatal. 1989 marcó su parteaguas. Y, luego, al paso de 20 años, como recibió comenzó a entregar las plazas y las posiciones que tanto tiempo, sacrificio y esfuerzo le tomó ocupar.

El tránsito de la aspiración a la realización le llevó 50 años; el tránsito de la humildad a la soberbia política tan sólo dos décadas. El apetito, parafraseando a unos de sus clásicos, devoró hasta el propósito.

La pugna de los doctrinarios con los bárbaros, de los bárbaros con los oportunistas, de los oportunistas con los pragmáticos, de los pragmáticos con los advenedizos se resume, hoy, en una confusión sin par. En una melé donde lo importante es quién se queda con ésta o aquella posición y no para qué se queda. Ahora, el panismo es más pardo que blanquiazul.

Hoy mismo, el debate es ése. Quién se queda al frente del partido y de la coordinación parlamentaria sin interesarse en saber para qué se queda y mucho menos a dónde va. Si, el pasado 6 de julio, Germán Martínez sostuvo que la derrota es el momento más claro para demostrar dignidad y ética de la responsabilidad, el panismo ya no recuerda dónde lo dijo, cuándo lo dijo, por qué lo dijo y para qué lo dijo.

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La apuesta que el panismo entablará hoy con su destino se advierte -por decirlo suavemente- influenciada desde Los Pinos, donde, por lo visto, el mandatario mantiene la idea de que la conducción del Gobierno y el partido, así como de la nación, es asunto exclusivo de "los suyos", sin considerar que "los suyos" son cada vez menos y que el presidencialismo es un nostálgico recuerdo.

No hay claridad sobre "los motivos internos" y "los desempeños externos" que señalaba Germán Martínez como causa del resultado obtenido y, así, sin esa "reflexión crítica", los consejeros colocarán a César Nava, un ex cercanísimo ex colaborador del mandatario que salió mal de Los Pinos, como un dirigente sin liderazgo acreditado. De igual forma, Nava colocará a Vázquez Mota en la coordinación parlamentaria, una ex colaboradora del mandatario que nunca llegó a formar parte del grupo compacto y que, al menos durante el calderonismo, nunca ha estado donde quiere estar, pero siempre se conforma con estar mientras la dejen. La influencia presidencial reproduce en el partido lo que ocurre en el Gobierno.

Puede, desde luego, que César Nava y Josefina Vázquez Mota den el estirón y resulten ser un líder insospechado y una parlamentaria extraordinaria, pero la duda, esta vez, no opera en su beneficio sino en su perjuicio. Puede, desde luego, que su jefe, el presidente de la República, tenga un plan secreto para enderezar el rumbo de su Administración y rescatar a su partido, pero en la coyuntura, la incertidumbre agota esa esperanza.

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Ciertamente, la biografía política de Felipe Calderón parece estar marcada por la adversidad.

Como dirigente partidista a Felipe Calderón le tocó levantar las varas de los cohetes de Carlos Castillo Peraza; como precandidato concursar con el delfín presidencial, Santiago Creel, que ha hecho de la flotación su deporte favorito; como candidato participar en la primera elección con enorme carga y polarización política e ideológica; como presidente de la República recoger las varas de los cohetes de Vicente Fox y, por si éstas no bastaran, encarar los efectos devastadores de la crisis criminal que heredó y de las crisis económica y sanitaria que él no provocó.

Parafraseando a Claudio Magris, esto es, sin concebir la historia como una entidad justiciera ni justificadora, hasta ahora la revisión de la estancia de Vicente Fox en la residencia de Los Pinos ha sido benevolente en extremo. Tuvo todas las condiciones políticas, económicas y sociales para hacer de la alternancia la alternativa y, sin embargo, las vulneró. Hizo del populismo y la frivolidad su fiesta y alegría personal y de pareja, dejando a la nación un desastre por herencia.

Todo eso es cierto, pero también que Felipe Calderón, quizá, producto del blindaje al que está sometido ha perdido sentido de realidad y sensibilidad política. El blindaje, así como protege, aísla. Concebir el Gobierno como un asunto de grupo, donde la lealtad y la amistad son carta credencial, ha domesticado, hasta apagar, el arrojo político que caracterizaba al mandatario.

Influir como lo está haciendo en la apuesta de hoy, haciendo a un lado la reflexión y, por ende, el replanteamiento de la estrategia y el ajuste en el equipo de Gobierno, partido y parlamento para encarar el vendaval político que viene, coloca a Felipe Calderón frente a una enorme responsabilidad. Lo coloca a él... pero también al panismo, si por tal se entiende lo que fue.

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