La generación de residuos sólidos en el lugar donde vivimos y convivimos, es tal vez el punto que de una manera más clara que cualquier otro problema ambiental, nos indica la necesidad de modificar nuestras actitudes y hábitos. Estos cambios resultan fundamentales para aplicar políticas y acciones que reduzcan no sólo la generación de basura municipal, sino también los costos involucrados en su recolección y disposición.
Para enfrentar el problema que representa el manejo tradicional de la basura, recolección-disposición, es necesario que se adopten medidas tendientes a reducir la generación, y además, considerar que en la composición de la basura se encuentran recursos naturales que pueden ser recuperados para su reuso o reciclaje.
El caso típico de libertinaje consumista, se asocia al consumo de frituras tanto por adultos como por niños. Un estudio realizado por la entonces Secretaría de Desarrollo Urbano y Ecología (SEDUE), reveló que los niños consumen grandes cantidades de frituras durante el periodo escolar que duraba 210 días. Durante este periodo, niños de cuatro años consumían alrededor de 13 kilogramos de frituras, consumo que aumentaba a medida que era mayor la edad del niño, los niños de 12 años por ejemplo, llegaron a consumir 63 kilogramos de frituras en el periodo escolar. Adicional a este serio problema nutricional de los niños, se encuentran las envolturas de las frituras que en su gran mayoría no son biodegradables y su destino será cualquier lugar. En una ocasión paseando por las riberas del Río Nazas, me llamó la atención una mancha grande que se encontraba en el fondo de un remanso no muy profundo. Cuando me asomé lo más que pude me encontré con una cara pintada que me sonreía en un fondo amarillo. Cualquier lugar es bueno para tirar esta basura, hasta los rellenos sanitarios. Qué tan difícil sería cambiar las frituras por un rico lonche de frijoles, que no sólo es más nutritivo, no contamina.
En el mismo paseo por el Nazas, casualmente después de Semana Mayor, un hermoso mezquite que a manera de sabana se encontraba entre un pastizal de zacate chino, había sido adornado con pañales sucios cuidadosamente envueltos, como si se tratará de esferas adornando un árbol navideño. Una medida que no le gustará a mucha gente que podría ser adoptada, consistiría en la limitación e incluso la prohibición del uso de pañales que no son degradables y que si no se atraviesa ningún mezquite su destino final será algún tiradero a cielo abierto o en el mejor de los casos un relleno sanitario. En el mismo sentido, tal vez con mayores posibilidades de adopción, podrían prohibirse las bolsas de plástico, los envases de plástico, papeles recubiertos de plástico, contenedores de poliestireno, envases de metal, entre otros.
Qué tan complicado sería volver a los depósitos de envases de vidrio, estas botellas vuelven a la circulación. El número promedio de recorridos que una botella hacía era de aproximadamente 30, luego salían del ciclo porque se rompían o iban a parar a los tiraderos. Éstos son sólo algunos ejemplos de lo que podríamos hacer, cambiando nuestra actitud y hábitos heredados, transmitidos desde fuera. La educación ambiental, más allá de los currículos integrales de las carreras reformadas en educación superior, que la incluyen y que sin duda rendirá frutos, es un activo que debe promoverse con decisión y ganas de ser eficaz. Es en ésta, donde radica una buena parte de la solución a todos los problemas relacionados con el manejo de la basura, particularmente con el abatimiento de los costos que quedan internalizados en los municipios y por ende en toda la ciudadanía.
Esta es la disyuntiva, apoyar decididamente la educación ambiental de la población encaminada a la reducción, reuso y reciclaje de la basura, para reducir los volúmenes de basura que finalmente llegan al relleno o continuar con el enfoque del máximo derroche y generación de grandes cantidades de residuos sólidos, relacionados con el añorado crecimiento económico y con costos cada vez mayores ocasionados por una mayor necesidad de uso de transporte en la recolección y en el uso obligado de rellenos sanitarios, equipados con infraestructura que evite la contaminación del aire, del suelo, de los acuíferos subterráneos, evite el desarrollo de ratas, moscas, bacterias, virus, entre otras bichos, que recupere recursos no renovables, que recicle los renovables y produzca energía a partir del metano.