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La Central de Abastos ¿inmune a la influenza?

No le afecta. Laura lleva 15 años vendiendo hot cakes, yogur y jugos de naranja en la Central de Abastos. Asegura que la influenza no le ha afectado en sus ventas. ¿Y el tapabocas?. Luis Enrique Morales vende chiles en la Central. Se queja de la caída de ventas de casi 30% en el negocio.

No le afecta. Laura lleva 15 años vendiendo hot cakes, yogur y jugos de naranja en la Central de Abastos. Asegura que la influenza no le ha afectado en sus ventas. ¿Y el tapabocas?. Luis Enrique Morales vende chiles en la Central. Se queja de la caída de ventas de casi 30% en el negocio.

LUIS ALBERTO MEDINA

Quien visita y recorre la Central de Abastos del DF, considerada la más grande del mundo, pudiera pensar que es un caldo de cultivo de infección de la influenza A H1N1. La comprobación de un solo caso, colapsaría a una cuarta parte del país que la podría dejar sin alimentos, en caso de tomarse medidas radicales como el cierre, parcial o total, de sus operaciones.

Es como una ciudad en la misma capital del país. Alrededor de 300 mil personas no han dejado de acudir a hacer sus compras y transacciones comerciales. Sus 70 mil trabajadores no han dejado de operar. Sus 2 mil 219 bodegas funcionan con normalidad junto con sus mil 489 locales comerciales.

La venta diaria de alimentos oscila entre los 18 mil y 25 mil toneladas provenientes de 22 estados que abastece a 20 millones de personas en el país, principalmente en la Ciudad de México y Zona Metropolitana. El 60% de lo que se comercializa en las 36 manzanas que integran el mercado de frutas y legumbres, es chile, cebolla, jitomate, ajo, limón, naranja, papaya y otros productos totalmente autóctonos, según registra el libro elaborado por el Gobierno del DF en el 2007, al conmemorar sus 25 años de fundación. Para dimensionar el tamaño de la Central, la superficie equivale a 51 veces a la del zócalo de la Ciudad de México. Su extensión es de 304 hectáreas. El ingreso vehicular está controlado. Hay que pagar una cuota mínima de tres pesos por automóvil, sin carga, en las casetas de entrada.

La Central no duerme. Sólo descansa cuatro horas en la tarde noche. Su horario de operación es de las 10 de la noche hasta las 6 de la tarde del día siguiente. En las cuatro horas de ese lapso, se aplica el operativo limpieza. La mayor afluencia de gente se da en la madrugada, cuando llegan a cargar los camiones los alimentos a distribuir, y, por las mañanas, cuando acuden los compradores por mercancía al mayoreo y menudeo.

Pero, hasta el momento, no se ha presentado ni un solo caso, aseguran sus autoridades. Un joven que trabajaba en una frutería murió hace un mes de paro cardiaco, por presiones laborales. Su deceso fue interpretado por posible influenza, pero se comprobó que fueron problemas del corazón.

La Dirección de Normatividad reporta que, diariamente, 120 inspectores están recorriendo la zona para detectar un posible caso.

"Por fortuna, todo está bajo control y la Central funciona con normalidad. No hay afectación económica ni caída en la afluencia de personas que vienen a diario", asegura en entrevista Itzel Arizabalo Priego, directora Jurídica de la Central. Se ordenó la repartición de cubrebocas y guantes a todo el personal. En un recorrido realizado ayer por AEE a sus principales centros de comercialización, se constató que la mayoría no los usa.

 SIN MIEDO El miedo que se apoderó del DF y que lo semiparalizó, no llegó a la Central de Abastos.

En abarrotes y víveres, la vida sigue normal. Es un mosaico de los olores, de variedad musical y de rostros humanos. Unos vendedores se quejan de la caída de las ventas. A otros, como los naranjeros, hicieron su agosto al incrementar su comercio. En este pasillo, vale más caminar con los ojos bien abiertos porque los llamados "diableros", personas que transportan la mercancía en los "diablitos", pasean sin medir quién está de frente o a lado de ellos.

También lo hace Laura, que vende desayunos. Hot cakes con miel, yogur, jugos de naranja o ensaladas ofrece a los comerciantes.

"No me ha afectado la mentada influenza. Sigo vendiendo los casi 40 desayunos diarios", presume mientras descansa con su charola de comida en un puesto de venta de chiles.

El dueño de ese lugar es Luis Enrique Morales. Importa chile de árbol de China y la India para venderlo en México. Y comercializa el picante en diferentes estados.

"A mí sí me he pegado la influenza", confiesa, "en un 30% se me cayeron las ventas. Por ejemplo, de 60 mil pesos diarios que vendía un lunes normal, hoy (ayer) vendo 40 mil". No tiene miedo dice, tiene que trabajar para vivir. No porta el cubrebocas. "Me lo acabo de quitar, pero me lo volveré a poner", señala.

Por afuera, en el área de descarga, está Juan Juárez esperando acomodar las 12 mil toneladas de ajos que trajo del Bajío. Proveniente de Salamanca, confiesa que la infección sí le ha afectado.

"Por esa 'chin...', los restaurantes no están comprando el ajo. Se nos queda como una cuarta parte, que antes no pasaba", afirmó.

Mientras se platica con comerciantes, los descargadores de las mercancías bajan los pesados sacos de maíz, legumbres y abarrotes. Ninguno porta el cubrebocas o utiliza guantes. En el área de abarrotes, los comercios que venden productos del hogar, baño, artículos personales, alimentos o materia prima, reportan una caída de ventas del 40%. Tampoco están temerosos de la influenza, sino de las ventas.

Así, la vida en la Central de Abasto no se detiene ni se amedrenta por la influenza.

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