La Columna de Brizio
Ignoro si a usted, amable lector, le preocupa el tema de la posible eliminación de la selección mexicana de futbol para el Mundial del año próximo a efectuarse en Sudáfrica. Si su respuesta fue negativa, acompáñeme en este análisis y si contestó con un sí, bienvenido a esta Liga del sufrimiento y el masoquismo en que nos tiene hundidos el mal llamado "equipo de todos".
Nótese que no dije "la eliminación de México", sino que hice referencia al equipo que representa al balompié azteca, para evitar caer en ese "nacionalismo panbolero" que pretende equiparar los encuentros del tricolor con la compleja realidad de la vida cotidiana en nuestra hermosa y contradictoria nación.
Si bien es cierto que el futbol es el deporte más popular en este país, también lo es el hecho de que se trata de un juego con dramáticos tintes comerciales, lo que lo convierte, con todas sus implicaciones, en un producto y el más rentable de la gama, se llama precisamente "selección nacional".
Partiendo de esa premisa, deberemos concluir que la mercancía, por más promocionada que esté y atendiendo exclusivamente a los resultados, es de ínfima calidad y el consumidor, está en todo su derecho de sentirse defraudado.
Ninguno de nosotros, en sano juicio, adquiriría un auto que no encienda, un jabón que lave mal o un electrodoméstico que se funda a las primeras de cambio, sin embargo, se nos exige, so pena de ex comunión, apoyar a ciegas a un grupo disfuncional de dirigentes, técnicos y futbolistas como si en ello nos fuera la vida misma.
El equipo tricolor está sumido en una grave crisis, producto de diversos factores, entre los que se pueden contar el mediocre sistema de competencia, el espejismo de creer que tener jugadores contratados en Europa va a elevar el nivel del combinado nacional, los indignantes salarios que perciben los futbolistas y las infamantes campañas de comercialización en torno al seleccionado. En el ensayo de los escenarios, el mejor de ellos sería la calificación indiscutida, es decir, dentro de los tres primeros lugares, al Mundial. Uno intermedio y preocupante, colocaría a los pupilos de Javier Aguirre en una "repesca" ante alguna selección sudamericana, con escasa probabilidad de éxito y el último, representaría la eliminación, con toda su carga de nefastas emociones.
El humor social no es un asunto de broma. La gente, aficionada o no al futbol necesita alegrías, ilusiones, creer en algo o en alguien y esto parece serle indiferente a la gente involucrada en el equipo nacional.
No basta con campañas meramente comerciales tendientes a "vender" a la selección. Se requiere de medidas urgentes, alineación incluida, de los principales actores, futbolistas y entrenador, para dejar el alma en el campo y derrotar a rivales que, dicho sea de paso, son de regular pa→ bajo. De lo contrario, nadie comprará esa baratija llamada selección.
