DELINCUENCIA ORGANIZADA Han quedado definidas las semifinales en la Copa Oro que se está celebrando en diversas ciudades de la Unión Americana, quedando los equipos que mejor nivel futbolístico poseen, dentro de las proporciones guardadas en esta área del "balón cuadrado".
Honduras, Estados Unidos, Costa Rica y México lograron pasar las diferentes aduanas para instalarse en la antesala de la disputa del título y demostraron el porqué serán los cuatro que queden arriba en ese otro torneo, jugado paralelamente, que es el clasificatorio para Sudáfrica 2010.
Los rivales de cada uno de estos cuadros fueron, con la excepción de Panamá, equipos flojitos, mal dotados física y técnicamente y que mostraron todas sus carencias. De esa manera, los ticos masacraron a Guadalupe, Honduras pasó sobre Canadá y el tricolor de Javier Aguirre le caminó por encima a un equipo como Haití cuyos integrantes, de tan malos, no dan coraje sino ternura.
El encuentro más complicado dentro de esta fase fue sin duda el escenificado por los estadounidenses en contra del equipo panameño, jugado en Filadelfia y en la categoría superlibre.
Hacía rato que no veía un equipo tan indisciplinado, majadero, marrullero y violento como este representativo del país "canalero", cuyos jugadores no semejan un equipo de futbol sino una banda de delincuencia organizada.
Abonando algo a su favor debo decir que juegan bien al futbol y su destreza física les ayuda a emparejar a cualquiera que se crea mejor trabajado desde el punto de vista técnico. El problema radica en esa proclividad que, obviamente, viene ordenada desde el vestuario, a la conducta incorrecta y la violencia.
Desde el partido en contra de México demostraron que para ensuciar un encuentro, nadie como ellos. En aquella ocasión el juez fue el salvadoreño Joel Aguilar y al pobre le hicieron ver su suerte, trayéndolo como loro a trapazos.
Ahora frente a Estados Unidos el árbitro central fue el mexicano Armando Archundia y pese a su oficio y largo colmillo no le fue mejor; jamás estuvo por encima del partido y les permitió todo género de tropelías a los rijosos panameños.
Panamá se dedicó, desde el silbatazo inicial, a no dejar jugar futbol a su rival; para ello se valieron de todas las artimañas habidas y por haber y por supuesto al juego ríspido y en ocasiones francamente violento.
Baste recordar el patadón que Román Torres propinó en la "zona blanda" a Kenny Cooper para dar origen al penal definitivo, el cual, aunque usted no lo crea, fue tremendamente protestado por los centroamericanos.
El final del partido era crónica de un relajo anunciado: Los perdedores se fueron encima de Archundia, lo insultaron, retaron y hasta un balonazo le dieron al auxiliar Héctor Delgadillo.
Esta caterva de hampones fue capitaneada por Blas Pérez y Felipe Baloy. ¡Ojalá regresen a México y los detenga la AFI!.