Existe un clima de alarma generalizada, ya que una de las especies más queridas y respetadas dentro de la fauna deportiva se encuentra en peligro de extinción.
Los especialistas en la materia afirman que, una especie animal puede desaparecer del planeta por dos razones fundamentales: la cacería indiscriminada y la falta de reproducción ya sea en libertad o en cautiverio, y en el hermoso ejemplar al que me refiero convergen ambas causales.
Estoy hablando del puma universitario, "tucarum ferreterium" por su nombre científico, fiera que solía desplazarse con soltura por toda la selva del futbol mexicano y que hoy sale del cubil solamente para recibir garrotazos y pedradas, incapaz de defenderse y mucho menos de atacar a sus agresores.
El poderío de este felino llegó a ser tan grande que logró el reconocimiento general al conseguir la corona, y si bien, es cierto, no lo hizo de forma brillante, su piel dorada resplandecía y su sangre azul fluía irradiando felicidad.
Pero he aquí que a pocos meses de estar en la cima, el majestuoso puma parece hoy gato bodeguero, lejos del orgullo de sus mejores días y de aquel depredador de las canchas, sólo queda una especie de Garfield, desorientado y ramplón.
Un solo juego ganado, cuatro miserables puntos, la cola del Grupo Tres y la vergüenza de ser el peor campeón defensor de la historia parecen datos suficientes para sentirse llenos de ignominia, pero, para su desgracia, ahí no para la cosa.
Si de algo estaba orgulloso este magnífico mamífero, además de sus títulos, era de sus crías, formadas en fuerzas básicas y que han llenado de gloria no sólo la cueva, sino a todo el futbol mexicano e incluso internacional.
Pues ahora resulta que los canteranos, esos otrora orgullosos cachorros cuya meta, destino y fin es suplir a los grandes y continuar la tradición azul y oro, brillan por su ausencia y en la división de ascenso, emulando a sus progenitores, no han logrado ganar en lo que va del campeonato.
La nutrida legión de seguidores de la fiera ya la piensan para asistir a Ciudad Universitaria a ver al primer equipo o al Centenario de mi amada y bellísima ciudad de Cuernavaca a presenciar un juego de Pumas Morelos pues se saben expuestos al dolor y la humillación de sufrir la enésima derrota, y lo que es peor, no ven ninguna luz al final de este desesperante túnel.
Repartir culpas entre directivos, cuerpo técnico o jugadores no parece la mejor vía para curar al famélico animalejo del Pedregal.
Si a los balazos que recibe cada semana el antes voraz félido, se suma la nula aparición de figuras provenientes de sus criaderos, estaremos obligados a decretar la alarma roja y anotar al puma universitario en la lista de especies en extinción. ¡Qué pena!
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