Se ha vuelto imprescindible en estos últimos tiempos averiguar cómo hacemos para desprendernos -si lo podemos lograr- de todos los químicos tóxicos que nos amenazan a diario.
Éstos incluyen desde contaminantes hasta pesticidas y fertilizantes en los alimentos; desde medicinas y drogas hasta conservadores y emulsionantes; desde olores químicos o cosméticos absorbidos por la piel; desde productos de limpieza del hogar y ropas hasta endulzantes y saborizantes en lo que comemos, y así podrías seguir indefinidamente si nos alcanzara el tiempo y el espacio. Pero ya es suficiente para medir la gravedad del asunto.
La vida civilizada moderna nos ha puesto en contacto con infinidad de químicos foráneos que no se adaptan a nuestro organismo, y que éste debe metabolizar y rechazar. La absorción se produce -como podemos deducir por lo anterior- por vía bucal (ingestión), olfativa o respiratoria (aunque no huela el producto) y osmosis (a través de la piel). De todas estas vías pasa al flujo sanguíneo y celular, produciéndose diversas alergias y enfermedades degenerativas e inmunológicas. De todos modos, nuestro sistema desintoxicante presenta que cada célula, y sobre todo en las hepáticas, se encarga de la limpieza, siempre que no lo sobrecarguemos de trabajo. Para esto debemos mantenerlo ágil y en buen funcionamiento mediante el uso adecuado de nutrientes (otra vez la bioquímica nutricional es la clave, junto con un buen estado emocional relacionado). En la desintoxicación celular ocurren dos fases: en la primera, el químico foráneo debe ser metabolizado o transformado en uno menos ofensivo, pero a menudo, por un mal estado del organismo, o stress emocional, ocurre lo contrario.
En la segunda, enzimas apropiadas enganchan a la molécula extraña una molécula específica que la arrastra fuera del organismo por diferentes vías. Éstas pueden ser bloqueadas o dañadas por deficiencias de vitaminas, minerales, aminoácidos correctos y ácidos grasos esenciales, exceso de químicos, envenenamiento con metales pesados (muchos de los cuales están en el agua mal llamada ¡potable!), sobrecarga del sistema por exceso de intoxicación y falta de enzimas por genética defectuosa (por esto es importante la dieta durante el embarazo). Proveer de inmunidad al bebé, y de un buen sistema desintoxicante, es vital.
Es muy importante tener suficientes enzimas en la segunda face de desintoxicación, y esto depende de la alimentación. Una de las sustancias que estas enzimas ligan a los químicos foráneos es el glutation, compuesto de ácido glutámico (encontrado en el alga kombu y en los cereales integrales) y de cisteina y glicina, aminoácidos azufrados que son provistos por porotos, cebollas y vegetales crucíferos.
En efecto, el brócoli y otras crucíferas son ricos en un compuesto azufrado que además estimula potentemente la producción de enzimas de la fase dos. Esta sustancia poderosa, investigada por la Universidad Johns Hopkins, causa la liberación, por las células hepáticas, de enormes cantidades de enzimas de fase dos, que fortalecen realmente el sistema desintoxicante.
Brócoli, repollo, brusela, coliflor, kale y otras, causan estos efectos que no desaparecen con la cocción. Si no hay suficientes enzimas de este tipo, los químicos que entran al organismo para ser desintoxicados pueden volverse aún más peligrosos.
Ciertos jugos extraídos de vegetales, e incluso porotos, que cocidos con cebollas aumentan su potencial de aminoácidos azufrados, han demostrado ser efectivos en la desintoxicación de elementos químicos cancerígenos contenidos en las carnes rojas (pero los investigadores aconsejan evitarlas, ya que el riesgo no se reduce a cero). Productos de la soja como el tufo, temph y leche de soja -casera- así como miso y shoyu, contienen compuestos naturales que estimulan al cuerpo a producir más de estas enzimas, esta es una de las causas por la que en los países asiáticos hay bajas tasas de cáncer. Cebollas de verdeo también poseen estos poderes, crudas o cocidas.
Las enzimas de fase uno y fase dos toman acción especial contra los hidrocarburos policíclicos, químicos cancerígenos provenientes del humo de los automóviles, de las fábricas y del propio cigarrillo. Los fumadores que no desarrollan cáncer tienen una buena provisión de estas enzimas, contra los no fumadores que sí desarrollan (cáncer de pulmón, por ejemplo).
Una vez más, la respuesta está en la dieta. Estos alimentos son de gran ayuda también para la eliminación de medicinas, fármacos cuyos componentes químicos resultan en gran parte indeseables para nuestra bioquímica. Si tomamos o hemos tomado medicamentos en el pasado, una buena forma de eliminarlos de la sangre es a través de la ingesta de cereales integrales, sobre todo arroz y arroz moti, legumbres, especialmente azuki, y derivados de la soja, algas marinas y vegetales crucíferos en gran cantidad.
Otros co-factores esenciales en la desintoxicación son el cromo, magnesio, molibdeno, zinc, selenio y vitamina E, todos estos presentes en una alimentación integral equilibrada como la que indicamos. Por otro lado, una suplementación adicional de estos nutrientes en forma de cápsulas y demás puede resultar potencialmente peligrosa y sobrecargar y dañar el sistema. Si no hay una buena desintoxicación, los químicos acumulados producen una serie de síntomas perjudiciales, llegando incluso a dañar seriamente las membranas celulares.
Esto resulta en una serie de condiciones desde cansancio, intoxicación, sensibilidad química extrema, alergias varias y enfermedades autoinmunes y degenerativas. Por lo tanto, es muy importante una correcta y variada nutrición para mantener al sistema funcionando, con una buena calidad de nutrientes y la menor cantidad de químicos posibles para no recargar las vías de eliminación. Cada bocado que ingerimos debe ser completamente nutritivo y bien masticado (hasta convertirse en líquido, de este modo las enzimas de la saliva inician la tarea de protección y desintoxicación).
Hasta la próxima...