Jesús Ramírez después de ser campeón del mundo para menores de 17 años ha venido dando tumbos, fracasando en los siguientes procesos y ya de plano abandonando el barco que fue a naufragar en el Premundial Sub-20 en Trinidad y Tobago, ha convertido al América en un equipo bipolar, el mejor visitante pero el peor local. Pero ahí la lleva, le ha tocado un grupo malo (como a Santos en el torneo pasado) y puede calificar al equipo por primera vez desde el Clausura 2007, cuando llegaron a la final, perdiéndola con el Pachuca; por cierto, fue la última vez que contaron con Cuauhtémoc Blanco. Chucho se acomoda mejor de visitante, donde el rival propone y el público no le exige un mejor juego acorde al prestigio que todavía tiene el América. Si rompe la racha de tres torneos seguidos sin calificar (inaceptable para un llamado "grande", sobre todo en el sistema "barco" del futbol mexicano) puede Chucho pensar en dirigir el Apertura 2009.
Esto en lo estrictamente deportivo, pero donde sí la regó y feo, fue al declarar que el Clásico del domingo en el Jalisco es simplemente un juego más, y lo declaró con una cara de jugador de póker, sin expresión, sin una sonrisa irónica o una mueca de des-agrado al hablar del rival odiado, nada, un rostro frío e inexpresivo. ¿Cómo se le ocurre a Ramírez llamar al Clásico nacional un juego más? Si a uno, que ni nos va ni nos viene los colores de ambos equipos, no le interesa sobre manera el no dejar de verlo. Podemos fácilmente salir a cualquier lado y no ver un Jaguares-Puebla, ese sí que es un juego cualquiera, donde también, por supuesto, están en juego tres puntos, pero sólo eso, tres puntos, no la infamia en que caen los seguidores de las Chivas o las Águilas si su equipo es derrotado. ¿Ustedes creen que al dueño del América, Emilio Azcárraga, no le interesa callarle la bocota al pachuco de Jorge Vergara? ¿Qué pensará el pobre de Michael Bauer, presidente de los de Coapa, con su chamba siempre al borde del abismo con las declaraciones del autómata de Chucho?
Todos, absolutamente todos, los que tienen qué ver con el América quieren ganarle e incluso, si se puede, humillar al Guadalajara, todos menos el inefable Chucho, me cae que sólo le faltó decir: "a mí me vale, yo al fin y al cabo soy Puma".
No estamos pidiendo, por supuesto, caer en el juego del mercachifle de Vergara, que es el otro extremo, pero, ¡por el amor de Dios!, no puedes minimizar este juego, el mensaje que le mandas a la afición americanista es de desinterés y falta de pasión. La afición águila quiere oír a gente como Alfredo Tena, que en su mejor momento como entrenador declaró "nunca, ni aunque me esté muriendo de hambre aceptaría una propuesta de dirigir a las méndigas chivas" o a don José Antonio Roca, que descanse en paz, "la regla número uno del americanismo es detestar con todas tus fuerzas al Guadalajara".
A Ramírez sólo le queda ganar ese partido (ya no le llamemos Clásico no sea que se enoje) para de alguna forma aminorar el enojo de las huestes americanistas, que lo último que necesitan es a un entrenador con cara de que no ha visto la luz del sol en tres meses diciéndoles que le da lo mismo un América-Tecos que un Chivas-América. Por si fuera poco, está de por medio el segundo lugar del grupo y por ende un boleto para la liguilla cuando faltan, en su momento, tres jornadas para culminar el torneo, por donde lo veas es un juego crucial para todos, menos para el muñeco inflable de Chucho Ramírez.
Por cierto, Jorge Vergara ha dado otra muestra de prepotencia digna de un Hugo Chávez, al despedir a Omar Arellano con sólo dos juegos dirigidos en la Liga. Por otro lado, batalló pero al fin consiguió a alguien con quien platicar a gusto, al meganaco de Francisco Ramírez, el mismo que en un desplante, que alabaría el "Chino" Benítez (¿se acuerdan del entrenador del Boca que escupió en el rostro al Bofo Bautista?) abofeteó al futbolista gringo Frank Hejduk después de sufrir nuestro puntual repaso. A Benítez le costó no volver a dirigir un equipo importante desde aquella fecha. Al "Etchohuaquila" Ramírez le dan el equipo más popular de México a tres días del Clásico nacional.
