La actual crisis económica-financiera es la primera que surge en los países centrales y no en los emergentes y, por lo mismo, la primera que obliga a un ejercicio global para resolverla, pues ningún país por poderoso que sea puede resolverla por sí mismo y, por ende requiere de la colaboración de todos, lo cual abre la posibilidad real de replantear el sistema financiero internacional, el modelo neoliberal, los equilibrios mundiales y las fórmulas de interacción en el mundo globalizado.
Esta es la sexta crisis económica-financiera local que tiene un impacto global y todas han puesto en entredicho la eficacia y eficiencia de las instituciones financieras internacionales y, particularmente del Fondo Monetario Internacional, sin embargo, en el pasado bastaba lograr la acción decidida y enérgica de Estados Unidos para superar las manifestaciones y, por lo mismo, evitar resolver las causas.
La primera crisis financiera surgió en diciembre de 1994, precisamente en México, a partir del denominado “Error de Diciembre”, provocado por la falta de reservas internacionales y ocasionó lo que en el mundo se conoció como el “Efecto Tequila”, que se solventó gracias a la línea de crédito por 20 mil millones de dólares que el Gobierno norteamericano, encabezado por Bill Clinton, puso a disposición del Gobierno mexicano, con Ernesto Zedillo en la Presidencia.
Unos años después, en julio de 1997 se desató la crisis financiera asiática, que inició con la devaluación de la moneda tailandesa y se extendió a Malasia, Indonesia, Filipinas, Taiwán, Hong Kong, Corea del Sur e incluso afectó a Japón un año después, cuando alcanzó sus niveles más altos de desempleo y los niveles más bajos de consumo. Esta crisis se conoció en el mundo como el “Efecto Dragón”.
La crisis se extendió a Rusia, cuya economía se vio severamente afectada por el declive de los precios y los volúmenes de exportación de productos como el petróleo, gas natural, metales y madera, que conformaban más del 80% de las exportaciones de esa nación. En agosto de 1998, Boris Yeltsin no pudo resistir más y devaluó el Rublo. La crisis se conoció internacionalmente como el “Efecto Vodka”.
El impacto llegó hasta Sudamérica y Brasil sucumbió en septiembre de 1998, cuando tuvo que devaluar el Real en 30% para frenar la salida de reservas, atraer capitales y aumentar las exportaciones nacionales. Así se agregó el “Efecto Zamba”. Todavía en 2001 y 2002 se vivió la crisis argentina, conocida internacionalmente como “Efecto Tango”.
Esto hizo que en 1999 durante la reunión del Fondo Monetario Internacional, en Hong Kong, se pusiera en la mesa la necesidad de replantear profundamente el sistema financiero internacional, sin embargo, como señalaba el ex presidente español, Felipe González, en una mesa redonda con ex presidentes latinoamericanos en W Radio, el viernes 19 de diciembre, en ese momento “no había conciencia”, porque los países centrales (Estados Unidos y la Unión Europea) no habían sufrido sus embates y consideraban que sus acciones eran suficientes para auxiliar a los países en desgracia y salvar al mundo de los efectos perniciosos.
Sin embargo, es hasta hoy, con el “Efecto Jazz” o el “Defecto Bush”, que verdaderamente se toma conciencia de las limitaciones de los gobiernos nacionales y, por lo tanto, de su respuesta, pues tal como señalaba el mismo ex presidente español “resulta medio ridícula porque sólo podemos trabajar en los márgenes”, ya que a una crisis global “hay que darle respuestas globales” y no nacionales.
El mismo González enfatizaba: “La crisis es muy seria, muy grave, es global… Nadie se salva. Estamos encarados a una recesión mundial. Yo creo que hay que modificar muchas cosas, desde luego, empezando por las reglas de juego del sistema financiero, y no se puede modificar unilateralmente…Hay que tener un marco regulatorio global.”
Ricardo Lagos, ex presidente chileno, secundaba: … “no hay Gobierno por poderoso que sea, país por poderoso que sea, que lo pueda hacer. Entonces cuando se dice mire aquí Estados Unidos es fundamental, sí es fundamental, pero Estados Unidos sólo no lo puede resolver; pero el resto del mundo, sin Estados Unidos, tampoco lo puede resolver; entonces acá por primera vez estamos en un ejercicio que va a obligar a un ejercicio global de todos.”
Esta es la gran oportunidad que abre esta crisis; una crisis surgida en el corazón del país más poderoso del mundo pudo más que cinco crisis sucesivas generadas en los llamados países emergentes: hoy hay plena conciencia de la vulnerabilidad de los mercados financieros internacionales y, por lo mismo, de la necesidad de hacer replanteamientos de fondo.
Pero la crisis también abre la posibilidad de revisar a fondo las reglas del neoliberalismo y el papel del Estado, pues Margaret Tatcher y Ronald Reagan (sus principales impulsores) consideraban al Estado como parte del problema y, por lo tanto, empezaron su desmantelamiento. Y, hoy en medio de la crisis global, fueron los defensores del neoliberalismo los que recurrieron a la mayor intervención estatal.
Obviamente la crisis también abre las puertas a la recomposición de los bloques internacionales y los equilibrios globales; pues tras el derrumbe del bloque socialista, con la URSS a la cabeza, la hegemonía norteamericana se evidenció en toda su dimensión, como fue manifiesto en la invasión a Irak, sin embargo, hoy Estados Unidos también necesita del resto del mundo para superar su crisis económica-financiera y eso lo obliga a replantear sus relaciones con el resto del mundo.
Así aunque la crisis profundizará la pobreza y las desigualdades, particularmente en los países emergentes, también abrirá la posibilidad de modificar la correlación de fuerzas a su favor y de encontrar fórmulas más justas de interacción en el mundo globalizado.