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La cuestión Obama

NUESTRO CONCEPTO

Toda esperanza es una mezcla de realismo e imaginación. Cuando la gente ve que su entorno se vuelve cada vez más hostil, cuando más necesita creer en algo o en alguien, ciertos hechos alentadores motivan creencias que se resumen en frases como “lo peor ya pasó”, “ya viene un cambio positivo” o “de aquí para adelante las cosas van a ir mejor”.

Este fenómeno es lo que ha ocurrido con el recién investido presidente de Estados Unidos, Barack Obama. Luego de la, en muchos sentidos, desastrosa Administración de George W. Bush, la sociedad norteamericana vio en Obama y su discurso una especie de solución a los problemas que fueron creciendo y acumulándose en la última parte del Gobierno anterior.

Toda proporción y diferencia guardadas, México vivió una situación similar en el año 2000 con el arribo a la Presidencia de la República de Vicente Fox, primer abanderado de un partido de Oposición en conseguirlo. No obstante, hay que recordar que poco a poco, la esperanza primigenia fue resquebrajándose hasta convertirse en amarga decepción para la mayoría de la población.

El caso Fox demostró que cuando la esperanza se queda sólo en eso, cuando no se va más allá de la promesa, cuando los vociferados “cambios” no trascienden la propaganda oficial, más temprano que tarde la realidad termina por darle una bofetada a cualquier ilusión. Es muy temprano aún para saber si va a pasar lo mismo con el fenómeno Obama. Hay que esperar a que su Administración dé los primeros pasos para poder trazar la línea que en la realidad, no en el discurso, estará siguiendo.

Dentro de las grandes expectativas que se han generado en torno a la figura del primer mandatario no anglosajón de la nación más poderosa del orbe, está lo que México espera de Obama. Con varios temas el Gobierno de Felipe Calderón busca construir una agenda diplomática conjunta y productiva con su vecino del Norte y meter al país dentro de las prioridades del nuevo presidente. Desarrollo económico, seguridad y migración son, sin duda, los ejes centrales de esa relación. En este sentido, en México también hay mucha esperanza.

Pero la esperanza necesita pies y manos para empezar a recorrer el sendero de la realidad y para materializar las ilusiones que provoca. Por eso, los gobiernos de ambos países no deben creer que las promesas ocurren tan sólo por decirlas, así como tampoco las sociedades pueden quedarse sentadas esperando que los gobiernos actúen por sí mismos. El reto no sólo es de Obama.

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