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La era Calderón-Obama

POR JULIO FAESLER

La visita del presidente Barack Obama ha estado marcada por los medios con el explicable sello de la lucha contra el narcotráfico y de los estrujantes problemas de la migración.

El comercio entre los dos países se ha mencionado mucho menos. Es un lugar común citar el hecho de que más del 80 por ciento de nuestras exportaciones, 294,000 millones de dólares en 2008, se dirige a los Estados Unidos. De igual manera, es ya sabido que sólo una parte de las ventas a ese país puede considerarse como valor netamente mexicano. En promedio 70% del contenido de esas ventas lo componen insumos importados bajo un régimen especial que los exime de impuestos cuando se reexportan dentro del producto que se arma o que se termina aquí.

Hace ya varias décadas que debimos haber diversificado nuestro comercio exterior. El que, pese a los doce tratados comerciales que hemos sucrito con muchos países y grupos regionales, ello no se ha logrado, nos ha dejado centrados en el intercambio con Estados Unidos y Canadá que se ha triplicado desde la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (TLCAN) en 1994.

Esta dependencia agrava los daños que nos está asestando la actual crisis mundial desatada por los desmanes financieros de Estados Unidos. La drástica reducción de ventas al mencionado mercado está costando bajas en la ocupación en sectores cruciales como el automotor, la electrónica y las maquiladoras en general.

El 60% de nuestro PNB se vincula directa o indirectamente con nuestras exportaciones. Este es el grado en que nuestro nivel de vida depende de la demanda del mercado norteamericano. Así, la suerte de la mayor parte de la fuerza productiva del país, alrededor de 45 millones de trabajadores, está vinculada al ritmo de actividad de norteamericana lo que se manifiesta dentro del 5% de desempleo que actualmente registramos.

En lo que se refiere a las importaciones, el 49.6% nos llegan de dicho país. Debemos notar, empero, cómo va ascendiendo la participación de artículos asiáticos en nuestras compras: China, 10.5%, Japón. 5.8% y Corea del Sur 4.5%. Esta realidad nos indica la urgencia de dinamizar la producción mexicana que ni siquiera compete en su propio mercado. El comercio exterior no sólo es consecuencia sino motor del desarrollo.

El complejo panorama del comercio exterior exige, pues, reducir nuestra ya costosa orientación de ventas al mercado norteamericano a fin de atenuar los vaivenes adversos de su demanda. Esto no significa que no debamos seguir aprovechando al máximo las oportunidades en el mercado más grande del mundo que por cierto es la meta de todos los demás países exportadores. Hay que ver con preocupación el que hayamos cedido a China nuestra posición de segundo proveedor a Estados Unidos, después de Canadá.

Hay que insistir en que Estados Unidos elimine obstáculos a la entrada de nuestros productos. Están pendientes los casos del bloqueo a transportistas mexicanos de transitar por las carreteras norteamericanas, las restricciones a nuestro acero, así como la exclusión de México de los efectos de la cláusula de "comprar americano" que forma parte de los apoyos financieros a su sistema bancario en crisis. Por otra parte, hay que insistir en que Estados Unidos quite los subsidios a sus exportaciones agrícolas que entran deslealmente al mercado mexicano.

Para defender nuestros intereses comerciales dentro de la nueva agenda Calderón-Obama, necesita figurar una interpretación correcta de la guerra contra el proteccionismo que tan gallardamente el Grupo de los 20, entre los que se encuentra México, anunció hace unas semanas en Londres. Esta interpretación, que condene el proteccionismo practicado por los países más avanzados y favorezca la protección del empleo donde más se necesitan, aún no se ha dado. A México le corresponde promoverla.

La agenda de nuestras relaciones con Estados Unidos jamás ha sido simple. Ahora ambos presidentes se comprometen a inaugurar una nueva era. Estados Unidos se encuentra en medio de una severa crisis en que está de por medio su futuro papel en el mundo. A México, a su vez, le es indispensable resolver y dejar atrás el terrible capítulo del narcotráfico para liberar recursos y rescatar el valioso capital humano que emigra y destinarlos al lanzamiento de un vigoroso desarrollo integral, como nunca se haya visto, que colocará al país al nivel de sus aspiraciones y su capacidad de hacer una potente contribución a la paz y la prosperidad mundial.

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