La Estrategia
Existe en el balompié una especie de "casta dorada" capaz de contratarse con cláusulas imposibles de admitir en alguna otra actividad, de ganar más que todos, de exigir refuerzos y contrataciones a su antojo y de no comprometerse a nada, y si usted cree que un trabajo así resulta inconcebible, échele una miradita a los directores técnicos.
Como en la viña del Señor, hay de todo y así encontramos desde los muy capaces hasta los charlatanes, pasando por aquellos que se han reciclado una docena de veces y los que han llegado por recomendación de un promotor o de algún exitoso ex futbolista metido en labores de conferencista.
El caso es que la mayoría de los dueños de equipos le firman un "cheque en blanco" al entrenador para que haga con el club lo que le venga en gana, sin pedir más cuentas que el despido en caso de fracasar, eso sí, acompañado de una jugosa indemnización.
Antaño los equipos se distinguían por sus éxitos deportivos, como el "campeonísimo" Guadalajara, la Máquina Celeste allá por los setentas, el "equipo de la década" como se le llamó en algún momento al Necaxa y aquellas poderosas Águilas del América que solían ganarlo todo.
Incluso los grandes clubes recibieron su mención por el nombre de sus jugadores emblemáticos y de esa manera nos referimos en algún momento al Santos de Pelé, la Holanda de Cruyff, el Nápoles de Maradona, el América de Biyik y Kalusha o el Milán de Van Basten, Gullit y Rikjaard.
Pero resulta que ahora, los Pumas son de Ferreti, el Atlas de La Volpe, el Cruz Azul de Galindo, el Almería de Hugo y la Selección de Aguirre, dejando de lado al verdadero estrella de este jueguito que es el futbolista.
Pienso que en el futbol moderno se ha sobredimensionado el papel del entrenador elevándolo al rango de una especie de gurú deportivo, quien hace alarde de conocimientos casi científicos en esto que, guste o no, sigue siendo un juego dominado por su simpleza.
El ejemplo más reciente lo tuvimos apenas el Domingo de Resurrección, donde Jesús, pero Ramírez, no el nazareno, estuvo a punto de ser quemado como Judas al realizar una cantidad de cambios y experimentos en la formación del América, que acabó volviendo locos a sus pupilos.
Indios de Ciudad Juárez se metió a la cancha del Azteca sin complejos, con una formación interesante y dispuestos a llevarse una victoria que no se concretó a pesar del técnico azulcrema y gracias a la portentosa actuación de Salvador Cabañas.
Por supuesto que se entiende que el entrenador es el responsable táctico de una escuadra pero hacer tanta faramalla y modificaciones sobre la marcha que, para acabarla de amolar no funcionaron, son ganas de buscarle senos a las gallinas.
Igual creo en la capacidad de Ramírez pero algo me dice en su actitud que ya se la creyó y ojalá, por su bien, el de su equipo recobre la humildad y deje de jugarle al estratega.