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La eterna impunidad

EL COMENTARIO DE HOY

FRANCISCO AMPARÁN

La noticia, no por esperada, fue menos dolorosa: Luis Echeverría Álvarez, exsecretario de Gobernación, expresidente de México, demagogo insigne, cínico ilustrísimo y megalómano distinguido, fue declarado libre de polvo y paja de las acusaciones que en su contra había levantado la Fiscalía creada para investigar los crímenes de Estado del pasado; fundamentalmente, los sucesos ocurridos en la ciudad capital del país el 2 de octubre de 1968 y el 10 de junio de 1971; y la llamada Guerra Sucia de los años sesenta y setenta.

De manera tal que, judicial y oficialmente por lo menos, Echeverría es inocente. Lo que diga la historia y la conciencia nacional (si es que existe), eso ya es otra cosa.

Lo más irritante del asunto es que con su exoneración se pierde una oportunidad más de que en este país la impunidad deje de ser la regla y no la excepción.

Haber podido procesar judicialmente a uno de los personajes más nefastos de la historia contemporánea mexicana hubiera sido una magnífica medida de salud mental para la nación. Pero no: de nuevo la impunidad campea por sus fueros, y el responsable de grandes crímenes queda rechinando de limpio

Hay muchos responsables de este desaguisado. En primer lugar, los necios que se empeñaron en la creación de una Fiscalía encargada de investigar sucesos de hacía tres décadas.

Como ya lo hemos dicho antes en este espacio, lo más sensato hubiera sido tomar el camino de Sudáfrica: instalar una Comisión de la Verdad, sin procesos judiciales, ante la cual los responsables de muchas de nuestras heridas abiertas pudieran expresar lo que hicieron y supieron, para poder cicatrizarlas, para poder exorcizar nuestros demonios, para lograr que tantos fantasmas alcancen la paz. Pero no: aquí todo ha de hacerse estridente, ineficazmente. Cuando se creó la Fiscalía sabíamos a qué nos íbamos a enfrentar: a un circo de tres pistas, que se iba a perder en la maraña de enredos que son las leyes mexicanas. Y en efecto, así ocurrió.

Otro error fue empeñarse en acusar a Echeverría del delito de genocidio

Además, en lugar de aclarar los acontecimientos del pasado, todo devino en una exaltación de los mismos mitos, los mismos lugares comunes

Total, que una vez más México perdió una oportunidad de reconciliarse con su pasado. Y ahora resulta que Echeverría fue una blanca palomita. Y por eso estamos como estamos.

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