Se puede asegurar que en educación superior, los profesores universitarios que se encuentran en servicio y frente a grupo, aceptan que requieren de formación docente, pero desconocen cómo transitar hacia un profesor competente y realmente formado; incluso muchos de ellos, comprometidos con su labor, buscan estudios de posgrado en educación que les ayuden a complementar su formación. Sin embargo, no saben o no les queda claro cómo convertirse en un profesor universitario competente.
El desarrollo de la competencia pedagógica en el profesor de educación superior, es fundamental para incrementar la calidad de la enseñanza y se convierte en un asunto toral que nos exige diseñar sistemas permanentes de formación de profesores, pero ¿a qué nos referimos con un profesor competente?
Para responder a esta interrogante, es necesario aceptar que existe una situación problemática en las IES (Instituciones de Educación Superior): un elevado número de profesores del nivel superior, son profesionistas de diversas disciplinas que requieren de capacitación pedagógica, ya que desde el diagnóstico de necesidades de formación, que tiende a realizarse de manera reactiva y no sobre la base de un proceso sistémico que nos detecte situaciones reales, existe el problema.
Un número importante de profesores universitarios carecen de formación didáctico-pedagógica y la mayoría de estos docentes no ha recibido preparación teórico-metodológica en áreas básicas de las ciencias educativas.
Los profesores de este nivel tienen muchos años de servicio, generalmente de corte tradicional y mecanizado, por lo que no privilegian la superación y la innovación pedagógica; se constata en expresiones tales como: "¿ya para qué?", "así trabajo yo", "siempre he dado clase así y bien", "ya me voy a jubilar", etc.
Aunado a lo anterior, nos enfrentamos a otra situación igualmente problemática: la mayoría de los administradores educativos carece de una visión globalizada e integradora, que les permita formar a sus docentes bajo estos criterios de desempeño.
Las estructuras-puente (llámese mandos medios, personal de apoyo, prefectos, etc.) no propician el desarrollo personal y sociocultural del profesorado, por lo que las propuestas de formación que se generan en las instituciones, no permiten la autonomía de los docentes ni la capacidad de estructurar sus propias propuestas de mejora en el desempeño.
Los directivos no desarrollan modos de actuación que permitan acciones colegiadas, participativas y de trabajo en equipo (Vgr. el evidente menosprecio por el trabajo de las academias).
Las propuestas de formación requieren de un enfoque integral para contrarrestar el carácter fragmentario de los cursos de actualización que reciben; y administrativamente, no existe la visión metódica para estructurar reales programas de formación permanente. Y por si fuera poco, las acciones de formación no son evaluadas para propiciar la retroalimentación y la mejora continua.
La propuesta de formar profesores competentes en educación superior, tiene viabilidad a partir de que la sociedad contemporánea nos exige la formación de competencias, esto aunado a que no existen en el entorno propuestas para superar a los docentes en la actualización de sus competencias básicas.
Los docentes requieren de programas de superación que les permitan desarrollar sus propias competencias profesionales, para redirigir la forma de fortalecer su saber pedagógico.
Este asunto nos conduce de manera natural a repensar en el profesor como agente fundamental de cambio, pero esto no es factible con profesores insertos en las debilidades de la pedagogía tradicional, requerimos de docentes innovadores que a su vez renueven la totalidad del sistema educativo.
¿Cómo resignificar y revalorar al profesorado de nivel superior orientándolo hacia la innovación?: con una profunda visión prospectiva, insertos en la dinámica escuela-proyecto, comprometidos con el proceso de educación permanente, canalizadores de un sistema real de valores y con una nueva filosofía de la educación.
Esta última expresión busca nuevas implicaciones en un proyecto de sociedad humana, donde se den reformas, equilibrios y transformaciones, sobre todo en los términos en los que los profesores seamos capaces de preparar a nuestros alumnos para tomar conciencia de la necesidad e importancia de la formación continua; estimulando su desarrollo, luchando contra el aburrimiento en la escuela, desarrollando su autonomía, inculcando la responsabilidad de su propia formación, siempre promoviendo el aprendizaje a partir de lo real y recalcando que el hecho de haber terminado su instrucción escolar, no significa que concluyó su proceso de educación y que tienen responsabilidades en la participación del progreso y el bienestar social.
La concreción de estos objetivos exige un amplio desarrollo cognitivo e intelectual no solo de los alumnos, sino del propio profesorado, por lo que será necesario desarrollar mecanismos de aprendizaje real, aprender bajo orientaciones puntuales, en pequeños grupos de trabajo (o en parejas), comprender en y de la realidad cotidiana, aprender a escuchar, observar, interpretar, extrapolar, expresar, cuestionar y racionalizar; desarrollando todo el potencial creativo de los estudiantes.
Finalmente, vale la pena reconocer que bajo los enfoques educativos actuales de la EBC (Educación Basada en Competencias), los profesores requerimos ser competentes en lo que hacemos; es decir, necesitamos desempeñarnos relevantemente y resolver los problemas que nuestra profesión nos impone.
Agradezco sus
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