La concepción de la educación en el modelo Montessori es poco conocida, pero de las más tergiversadas y criticadas en el ámbito formativo; por lo anterior, es necesario puntualizar que esta teoría constituye un modelo de crecimiento y de desarrollo más que de adaptación o integración social.
La doctora Montessori veía más en el niño al ser biológico que al ser social. Sus principios pedagógicos básicos son: libertad, actividad e individualidad.
Para la educadora italiana, la libertad tenía sentido como condición para la expansión de la vida pura y simple, y no sólo como una necesidad de adaptación social. Para conseguirlo, el primer paso era la transformación del medio ambiente en el que se desarrollaban los niños. Nada de pupitres fijos ni de premios o castigos. Sin embargo, la libertad no significa abandono o libertinaje, sino que lo importante es conseguir que la libertad se identifique con la actividad permitiendo el desarrollo de las manifestaciones espontáneas del niño. Esto último supone colocar al niño en un medio ambiente adecuado para desarrollar sus capacidades de manera espontánea, a través de la actividad y el desarrollo.
A este respecto, la pedagoga europea opinaba que la preocupación del educador debe ser el impedir que el niño confunda el bien con la inmovilidad y el mal con la actividad. "El objetivo es disciplinar para la actividad, para el trabajo, para el bien; no para la inmovilidad, la pasividad o la obediencia ciega" (M. Montessori, 1928).
Apoyándose siempre en los modelos de la psicología de fines del siglo XIX, su teoría llega al aprendizaje como proceso activo, afirmando que no hay educación que no sea de autoaprendizaje.
El tercer principio de su método se basa en el respeto a la individualidad. No se puede ser libre, ni se puede desarrollar una eficaz actividad, sin poseer un carácter individual, sin una personalidad propia. Por ello desde la primera infancia, las primeras manifestaciones activas de la verdadera libertad deben tener esa orientación.
La raíz más profunda de los fundamentos que caracterizan el método utilizado por la educadora italiana, se encuentra en la fundamentación biológica de los mismos alumnos, es decir, en las leyes de la vida misma. "No es exagerado decir que el método es absolutamente vitalista, ya que se funda directamente en las manifestaciones de algo vivo: el niño" (Standing, 1978).
Muchas personas carecen de la información necesaria para hacer una crítica al modelo Montessori, ya que desconocen cómo trabajan las escuelas que llevan este modelo. Son los padres que optan por formar a sus hijos bajo un esquema de libertad y desarrollo pleno, que potencie la inteligencia, curiosidad, creatividad y sensibilidad de los niños, los que finalmente deciden orientar a sus hijos hacia este modelo.
Sí, los padres de familia son quienes gozan de esa relación de intimidad única que exclusivamente se da en el seno de una familia y que permite todo tipo de interrelaciones personales (de afecto, ayuda, orientación, soporte, etc.) y que a su vez influyen y modifican los comportamientos de todos sus miembros; entonces, suele decirse que en una familia todos educan y son educados, de aquí se genera la necesidad de que los hijos continúen con este ambiente de plenitud también en la escuela.
Los padres son los que eligen el centro educativo, sobre la base de consideraciones personales-individuales, sobre todo en las etapas de educación básica. Es al ayudar a los hijos a elegir los amigos, al situarlos en contextos sociales, donde se entablan las relaciones de amistad, compañerismo, cooperación, trabajo en equipo y complicidad para aprender.
Es también, al elegir la escuela, cuando la familia la hace partícipe de sus deseos, ideales, valores y objetivos educativos; establecen los padres delegar autoridad, funciones, objetivos familiares, etc. en la institución a la que confían sus hijos. La relación que se entabla entre familia y escuela es tan peculiar que sólo cabe situarla en el marco de la confianza. Es la escuela, como parte de la familia; una prolongación suya, adquiriendo así su pleno sentido.
En el modelo Montessori esa relación de confianza es la que determina, matiza y da forma al binomio familia - escuela, que debe estar marcado por una actitud de responsabilidad compartida y complementaria en la tarea de educar a los hijos. Ello implica una verdadera relación de comunicación donde padres y maestros establezcan una vía abierta de información, de orientación, sobre la educación de los hijos; constructiva y exenta de tensiones por el papel que cada uno de ellos desempeña. En este sentido, la familia debe tener una actitud activa y participativa, más allá de las aportaciones puntuales de información sobre los hijos, en la medida que lo requieran los maestros.
Como puede observarse, el modelo tiene un sustento teórico y metodológico bien definido por la Dra. María Montessori, en donde la familia, la escuela, los profesores (denominados Guías) y el grupo, buscan una sola cosa: el desarrollo pleno, natural y espontáneo del niño. En la siguiente entrega, mucho más sobre este apasionante modelo formativo.
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