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La Gran Crisis de la Globalización

JULIO FAESLER

Las enseñanzas que nos va dejando la Gran Crisis de la Globalización son duras. Muy pocos privilegiados escaparon de ella. Cientos de millones de trabajadores, ahorradores, campesinos y pensionados de todas las clases sociales sufrieron el inmisericorde golpe y luego sus repercusiones.

Los excesos de un capitalismo sin freno cabalgaron en la creencia de que el libre juego, no de un mercado como entelequia abstracta, sino de los intereses, legítimos o no eso no importa, de individuos de carne y hueso, era el mejor conductor de un país o del mundo hacia la prosperidad repartida con justicia.

La caída en 1989 del socialismo estatista y burocrático fue el banderazo para la consolidación del liberalismo económico crudo regido únicamente por la búsqueda de lucro personal. Este afán, convertido en inercia, contaminó todo a su alcance instituyendo la inmensa malla globalizada que conocemos y que va rigiendo decisiones públicas y privadas.

En los escombros financieros de 2008 y 2009 quedaron sepultadas las orgullosas tesis que proclamaban que el progreso se mide con índices bursátiles y el cumplimiento mecánico de recetas macroeconómicas. La realidad cotidiana de las inmensas mayorías mundiales está en los promedios nacionales de pobreza que muy seguido registran drásticas miserias.

Tras del golpe de la Gran Crisis de la Globalización, el mundo se esfuerza por iniciar un capítulo de reconstrucción. Se revisan en muchos foros académicos y políticos los parámetros y paradigmas que modelaron las decisiones oficiales y empresariales durante las últimas décadas fraguadas como una cultura social y económica se fijó en la mente de los pueblos de occidente y de sus imitadores orientales.

Los desastres de 2008 y sus secuelas posteriores probaron que por ahí no está el camino hacia el progreso y el bienestar.

Ahora los Estados Unidos, la Unión Europea, los dos gigantes del Asia están reexaminando ideas motrices y preparándose para la andanada de retos del Siglo XXI: cambio climático, salud, educación, nuevas fuentes de energías, realidades demográficas contrastadas, migración, consumo y tráfico de narcóticos, las amenazas a la seguridad doméstica e internacional. Todo ello percudido en el desmoronamiento ético más generalizado que nunca.

Esta revisión de rumbos bien puede producir el tan demandado Gran Viraje en el mundo.

La Carta Encíclica de Benedicto XVI, "Caridad en la Verdad" que acaba de darse a conocer llama la atención a que el desarrollo económico está aquejado de desviaciones y problemas dramáticos que la crisis ha puesto de manifiesto.

La Carta sigue: "

"Los efectos en la economía real de la actividad financiera mal utilizadas y a veces especulativa, los flujos migratorios frecuentemente provocados y luego mal gestionadas, el uso no reglamentado de los recursos naturales

La única forma de alcanzar el progreso verdadero, dice el Papa, es entendiendo y valorando al ser humano como origen, centro y meta del progreso. El respeto al hombre es lo que tiene que regir las decisiones de los gobernantes, las clases políticas, los intelectuales, científicos y muy especialmente a los hombres de negocios.

"Quisiera recordar especialmente a los gobernantes que se ocupan de dar un aspecto renovado a la estructura económica y social del mundo que el primer capital que hay que salvaguardar y valorar es el hombre, la persona en su integridad porque el hombre es el autor, centro y fin de toda la vida económica y social

En el caso de nuestro país, los resultados electorales del 5 de julio deben ser entendidos, tanto por el PAN como por el PRD, como la Gran Oportunidad para los actores políticos para alejar al país en definitiva país de las deficiencias y los vicios que fueron adueñándose del manejo tradicional de la cosa pública. Este peculiar modus operandi entronizó al poder público y domesticó a la ciudadanía.

La recomposición de la Cámara de Diputados no tiene que ser el arranque de un maratón revanchista que vuelva a recomponer lo avanzado y obstaculice las reformas estructurales en áreas como lo fiscal, lo laboral, lo industrial y agrícola y sobre todo lo educativo y la participación comunitaria.

Si no hay la visión superior, que se sitúe por encima de lo incidental y la conveniencia inmediata, seguiremos sin rumbo ni metas mayores ni en lo nacional ni internacional. Seguiremos en los próximos tres años víctimas inertes de lo peor que ofrece la globalización, sorteando agobiantes problemas del desarrollo, ahí como se vayan apareciendo, sin orden ni perspectiva. Aplazando todo para un aleatorio 2012.

La Gran Crisis de la Globalización es la invitación a realizar el Gran Viraje que el mundo pide y que a México le urge hacer.

Julio de 2009.

Juliofelipefaesler@yahoo.com

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