Hay valores que son fundamentales al ser humano para desenvolverse en sociedad.
Tengo para mí, que uno de esos valores es la gratitud, entendida ésta, como el ser agradecidos con aquellos que nos han ayudado en algún momento de nuestra vida.
No se trata de reciprocar con un regalo cuando hemos recibido un favor, porque eso solamente es una forma material de expresar cierto agradecimiento.
Lo importante es el agradecimiento sincero y eterno que debe nacer en nuestro corazón y no sólo para aquel que nos ha hecho un favor, sino para todos los que nos rodean.
Hay agradecimientos innatos, como es el que debemos a nuestros padres. Suele decirse que los hijos somos ingratos por naturaleza, no sabemos devolver debidamente todo aquello que nuestros padres nos han dado.
Es posible que sea cierto, pues incluso hay un momento en la vida, durante la juventud, que nos revelamos sistemáticamente contra ellos y cuestionamos con severidad sus formas de ayudarnos, las cuales ni siquiera vemos como ayuda, sino como cargas.
Detrás de los padres vienen muchas personas más que nos tienden generosamente la mano para ayudarnos a caminar por esta vida. Nuestros hermanos y maestros, son los que van delante de nosotros mostrándonos los escollos del camino, a fin de que no caigamos en ellos. Los otros, los maestros, nos enseñan los elementos básicos de la educación, que nos permite ser personas útiles en la comunidad.
Están también los amigos y la pareja que camina a nuestro lado, la mujer a la que amamos y que nos llena de ternura, amor y comprensión.
Por eso, y por la importancia que tiene el ser agradecidos siempre, es que me permito transcribir aquí, esta historia verídica que nos muestra el agradecimiento perenne para alguien que tendió a otro su generosa mano y éste jamás olvidó ese detalle.
Un famoso productor de películas de Hollywood estaba ocupado en la selección del protagonista de su próximo film, y se encontraba al borde de la frustración porque ninguno de los actores que se habían presentado hasta entonces parecían satisfacerlo completamente. De repente entró al foro un joven mensajero, entregó su mensaje y se despidió con una sonrisa.
"Ya tengo al próximo protagonista" - aseguró. Sus compañeros lo miraron incrédulos. Al casting se habían presentado actores de renombre, algunos ya consagrados, y sin embargo, este productor se veía entusiasmado por un joven mensajero... ¡al que ni siquiera le habían tomado una prueba de actuación!
"¿Estás seguro?!"- le preguntaron, incrédulos.
"Señores, esa sonrisa que acabo de ver vale un millón de dólares! Y no estoy dispuesto a perderla" -les dijo, como dando por finalizada la discusión.
Hasta ese día sólo había conseguido pequeños papeles secundarios en películas de muy bajo presupuesto y apenas había logrado juntar el dinero necesario para cubrir las lecciones de actuación que estaba tomando. Ahora, el productor y el mensajero estaban frente a frente. El primero le explicaba al segundo cuál era su convicción y el segundo no podía creer lo que oía. Se estaba reponiendo del shock justo cuando llegaron a la parte donde debían acordar el salario. - "Te pagaremos U$ 11.000 dólares"- dijo el productor.
No estaba mal por un par de semanas de trabajo, pero el joven mensajero estaba recién divorciado y tenía una pequeña hija a quien pasarle su pensión de alimentos, por lo que tomó coraje, abrazó al productor y, para que nadie más notara que estaba rogando un aumento le dijo al oído: "Podrían ser U$ 11.500 por favor, tengo una hija pequeña a quien alimentar".
"Hijo, entonces ¡serán U$ 12.500!"
"¡Gracias, muchas gracias! ¡Jamás me olvidaré de esto!" - le prometió el mensajero al oído.
Con las vueltas de la vida, se convirtieron en amigos entrañables. Aquel productor arriesgado más tarde cayó en desgracia, mientras que el mensajero dueño de la sonrisa del millón de dólares se convirtió en un gran actor, muy afamado.
En una ocasión, el productor sufrió un derrame que lo llevó directo al hospital.
Una noche, mientras aún permanecía en la Unidad de Cuidados Intensivos, ve a su amigo, al afamado actor parado en la puerta con su sonrisa del millón de dólares instalada en su rostro. -"Vas a estar muy bien. Muy pronto" - le dijo.
Dos enfermeras y un encargado de seguridad llegaron hasta ahí y le ordenaron que abandonara el lugar.
-"Usted puede ser muy famoso afuera, pero aquí dentro hay reglas que todos deben respetar, y en este lugar no se puede estar!" -le gritaron.
El actor, lejos de intimidarse, miró a su amigo convaleciente y guiñándole un ojo le dijo: -"Regreso en veinte minutos". Exactamente en ese tiempo regresó su amigo con veinte pizzas, se sentó con las enfermeras, los que hacían la limpieza y los encargados de seguridad y las compartió con todos ellos.
Aquel consagrado actor, famoso mundialmente, en lugar de estar en un lugar glamoroso, disfrutando de las regalías de su vida privilegiada, estaba allí, una noche, compartiendo una pizza con trabajadores anónimos para poder ganarse el derecho de estar al lado de su amigo... simplemente cumpliendo su palabra.
Al rato, naturalmente, lo dejaron ingresar. -"Vas a estar muy bien. Muy pronto" -repitió - "Aún te queda mucho por hacer".
Ese es otro de los momentos más imborrables de la vida de este productor de Hollywood. El otro momento inolvidable que a este productor le fascina mencionar es el siguiente: Cuando la vida lo golpeó fuerte, este productor tuvo que tomar una de las decisiones más tristes de su vida: vender su hermosa mansión, donde había vivido por casi veinte años. Sin embargo, cuando la rueda de la vida completó el giro, la fortuna comenzó a sonreírle nuevamente y sus producciones comenzaron a figurar entre las más exitosas sintió que una excelente manera de completar el ciclo era recuperar su añorada mansión. Se comunicó con el nuevo dueño varias veces, pero éste, un acaudalado francés, presidente de una gran compañía, que residía en Montecarlo, se negaba sistemáticamente.
Un día, compartió esa frustración con su amigo, el dueño de la sonrisa del millón de dólares. Al tiempo, el millonario francés, el nuevo dueño de la mansión finalmente accedió a venderle la propiedad al productor. Cuando éste reingresó por primera vez a su mansión, se encontró con un dibujo de su amigo actor que decía: "De vuelta en casa. Hermoso".
El ahora nuevamente afamado productor, cuando encontró la ocasión, le preguntó si tenía algo que ver con el cambio de opinión del francés y el actor le confesó que sí, que había volado a Montecarlo, pidió hablar con el multimillonario, y éste accedió a atenderlo sólo por quince minutos... ¡mientras se afeitaba! Allí estaba este actor, igualmente multimillonario, mundialmente reconocido, en el baño con un desconocido rogándole que le regresara su mansión a la persona que le había dado su primer trabajo importante como actor.
En determinado momento se arrodilló y le pidió por favor que accediera a su pedido. El francés no terminaba de entender la situación por lo que le preguntó:
-"Usted me está diciendo que voló desde su casa hasta aquí sólo para pedirme que le venda mi casa a su amigo?" -"Eso es exactamente lo que estoy haciendo" -contestó el actor. -"Prometo pensarlo"-dijo. Ya era un avance. Durante todo ese verano el multimillonario francés se congració con sus amistades que había tenido de rodillas en su baño a este consagradísimo actor. "Él cumplió su palabra. Jamás se olvidó. Él es mucho más que un amigo... él es parte de mi alma" -dice hoy el productor.
El productor es Robert Evans. El actor, es el que más veces ha sido nominado al Óscar en la historia, con 12... ganador en 3 ocasiones. Tiene el salario más alto de Hollywood. Posee una de las colecciones privadas de arte más valiosas del mundo (incluyendo varios Renoir, Van Gogh y ¡hasta un Picasso colgado en el baño!) Su fortuna está valuada en más de mil doscientos millones de dólares. Sin embargo, sus amigos coinciden en que su posesión de más valor... es su palabra. Su nombre... Jack Nicholson.
Eso, ni más ni menos, es la gratitud.
Y "Hasta que nos volvamos a encontrar, que Dios te guarde en la palma de Su mano".