El legado evolutivo de la extinción de los dinosaurios y otras muchas especies hace 65 millones de años sigue vivo en la actualidad en los bivalvos, que, favorecidos por este proceso, comenzaron a evolucionar y a agruparse en cientos de linajes. (EFE)
El legado evolutivo de la extinción de los dinosaurios y otras muchas especies hace 65 millones de años sigue vivo en la actualidad en los bivalvos, que favorecidos por este proceso comenzaron a evolucionar y a agruparse en cientos de linajes.
Ese es el resultado de una investigación de las universidades de Chicago y California (EU), publicada en la revista científica estadounidense "Science".
El impacto de un gran meteorito dañó gravemente la biodiversidad terrestre hace 65 millones de años, en el periodo cretácico, y terminó con la vida de los dinosaurios.
A partir de ese momento, el pulso de la recuperación de la vida fue espectacular.
En declaraciones a Efe, uno de los investigadores, Andrew Krug, explicó que a todas las extinciones masivas les sigue un periodo de recuperación durante el cual la vida prolifera rápidamente.
"Se piensa que esto ocurre porque grupos con suerte o adecuados para sobrevivir a la extinción se mueven en un mundo relativamente libre de competidores y depredadores", indicó Krug.
De esta forma, conquistan nuevos nichos y desarrollan nuevas formas corporales, lo que les permite expandir sus hábitats sin restricciones.
Sin embargo, aseguró el experto, cuando el mundo vuelve a cubrirse de especies, el ritmo de proliferación disminuye.
El equipo de paleontólogos ha descubierto que el eco de esa gran explosión vital sigue vivo aún hoy en las especies de moluscos bivalvos que pueblan mares, lagunas y costas de todo el mundo.
Para conseguir este hallazgo, los científicos llevaron a cabo una suerte de "censo" global de los bivalvos marinos (desde ostras a vieiras, pasando por berberechos y almejas), un grupo animal del que existen numerosos fósiles bien conservados.
El equipo examinó la edad biológica de 711 linajes importante de bivalvos vivos y estableció su lugar y fecha de origen, así como su tasa de nacimientos en diferentes momentos.
En todos ellos, a excepción de los propios de altas latitudes, descubrieron claros signos de un fuerte crecimiento en el número de especies después del fin del Cretáceo.
Los científicos explican que lo sorprendente del descubrimiento no radica en la recuperación de la biodiversidad, sino en que ese "boom" nunca se quebró en los bivalvos: su tasa de evolución y expansión jamás volvió a los niveles previos a la extinción masiva.
Tras analizar la historia de estos moluscos, los científicos constataron que la pauta de aparición de especies tiene la imprimación de una señal evolutiva que resistido 65 millones de años.
La tasa de aparición de subgrupos de bivalvos que viven hoy en los océanos aumentó en todos los océanos después de la extinción y ha llegado hasta la actualidad, aunque Krug dijo que desconoce cómo la acción del hombre puede estar afectando ese ritmo.
El siguiente objetivo de los paleontólogos será descubrir por qué la tasa de aparición de nuevas especies de bivalvos no regresó a los niveles anteriores al impacto del meteorito.
De momento, manejan dos hipótesis.
Podría deberse a que la extinción hubiera eliminado a los competidores de los bivalvos que habían estado limitándolos hasta ese momento, algo que les habría dado cuartel para diversificarse de forma permanente.
O bien a que la extinción aumentó los hábitos depredadores de cangrejos, peces y otros enemigos de los bivalvos, lo que les habría obligado a evolucionar a un ritmo más rápido para contrarrestar esta persecución.
"Cualquiera que sea la causa del incremento de bivalvos, presumiblemente no ha parado porque sus mecanismos continúan existiendo", apuntó Krug.
En cuanto a la ausencia de numerosos linajes en altas latitudes, los científicos aseguran que no es un signo de que la extinción allí fuera menos severa, sino de que la recuperación fue menos prolífica que en latitudes tropicales.
Las aguas tropicales fueron un "motor" de recuperación de especies de bivalvos, que con el tiempo se fueron desplazando desde zonas más cálidas hacia las aguas polares.