El corazón está en la izquierda
y la sangre es roja.”
Popular
México necesita un buen partido democrático de izquierda. Quizá todas las naciones del mundo lo precisan, pero el nuestro más por su enorme desigualdad y como un antídoto a la tentación de tomar las armas. El desplome de los partidos de izquierda en las elecciones del 5 de julio no es, por lo tanto, una trivialidad.
En 2006, en el marco de la campaña presidencial de Andrés Manuel López Obrador, los partidos de la Coalición Por el Bien de Todos (PRD, PT y Convergencia) obtuvieron 11.9 millones de votos para diputados, los cuales se tradujeron en 28.99 por ciento de la votación. A este total se podría sumar el 2.05 por ciento de Alternativa Social Demócrata y Campesina.
En 2009, según cifras preliminares del PREP, el PRD obtuvo solamente 4.2 millones de votos, que equivalen al 12.2 por ciento. Aun si sumamos los 1.2 millones del PT y los 809 mil de Convergencia, los partidos por los que hizo campaña López Obrador, el total asciende sólo a 6.2 millones y a 18.12 por ciento por ciento. Los partidos de la coalición de izquierda de 2006 han perdido casi seis millones de votos y 10 puntos porcentuales en las preferencias de los electores. Alternativa, convertida en 2009 en Partido Social Demócrata, perdió el registro al conseguir sólo 353 mil votos, el 1.03 por ciento del total.
El deterioro se debe en parte a las tácticas de confrontación de López Obrador, quien se ha convertido en la figura indiscutible de la izquierda, pero también en su lastre más importante. Las tomas del Paseo de la Reforma de la Ciudad de México y de las tribunas de las cámaras legislativas fueron un golpe importante e hicieron que el PRD se convirtiera en el partido con más “negativos” en las encuestas de opinión, al rebasar con creces al PRI. Las disputas en las elecciones internas del partido aumentaron el rechazo. La abierta campaña de López Obrador contra los candidatos del propio PRD tuvo también un impacto significativo.
Hace unos días la división de la izquierda parecía inevitable. El 5 de julio el presidente del PRD, Jesús Ortega, advirtió: “Aquellos que desde las filas del partido hicieron trabajo de zapa; los que se fueron apoyando a otros partidos y proyectos, fuera están; ésa fue su decisión y cada quién asumirá las consecuencias.” En los últimos días, sin embargo, el líder perredista ha estado buscando acuerdos entre las corrientes de izquierda. El propio López Obrador, en una entrevista con Claudia Salazar del periódico Reforma publicada el 10 de julio, subrayó que no considera que ni el PRD ni Nueva Izquierda, la organización de Ortega, son parte de la mafia que, según él, le ha impedido llegar al poder.
La izquierda, por supuesto, no está acabada electoralmente. Su resultado electoral de 18 por ciento en 2009 no está en realidad muy alejado del 22.27 por ciento que el PRD, el PT y Convergencia sumaron en las elecciones de 2003 y que fueron la antesala de la exitosa campaña de 2006. El 16 o 17 por ciento, de hecho, ha sido tradicionalmente el piso del voto de la izquierda. Ésta no tiene ya mucho a dónde caer y en cambio sí bastante espacio para crecer.
La clave, sin embargo, está en la unidad. El éxito de la campaña de 2006 no sólo radicó en el candidato, en López Obrador, sino en la unidad de la izquierda. Ortega, recordemos, fue el coordinador de campaña del tabasqueño.
Si la izquierda permanece unida podrá volver a tener una tercera parte de los sufragios en 2012 y aspirará a conquistar el poder. Si se divide, no sólo no tendrá ese tercio de los votos, sino que lo que obtenga deberá repartirse entre distintos grupos lo cual debilitará enormemente su influencia.
IMSS
El problema fundamental del IMSS es que está quebrado. La institución se diseñó desde un principio sin prever ingresos suficientes para cubrir sus gastos. La subrogación de guarderías es una forma de reducir costos, pero la solución radica en crear un sistema realmente sustentable.
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