Había que darle un barniz de competencia, por eso terminó en la guillotina el cara simpática de Germán Martínez. A alguien tenían que cortarle la cabeza y quién mejor que el que se había ganado a pulso la antipatía popular, por sus poses histriónicas de bravucón de barrio. Bueno, da igual. Las cosas no cambiarán por que haya perdido uno de los dos partidos políticos que sirven a la oligarquía para simular que hay una verdadera disputa democrática. No debemos ignorar que el control está en manos de los grandes intereses económicos en nuestro país. Ellos son los que ganan siempre, sea azul la camiseta o de tres colores. Después de todo al que sale triunfador no le queda otra que estar al servicio de los poderes fácticos. Lo único que cambiaría el rumbo de la nación, en estas circunstancias, sería que se produjera una hecatombe social, lo cual, si vemos lo que sucede en la República de Honduras, donde las clases dominantes dejan ver su verdadero rostro, se nos hace sumamente difícil si no es que imposible.
La crisis política por la que atraviesa el país centroamericano no es otra cosa que un Golpe de Estado en que se trata de justificar que el derrocamiento del presidente Manuel Zelaya es un acto jurídico necesario por que así lo decidieron parte de los demás poderes, el económico y el de las armas, junto a los que convergen en esa nación. Durante las primeras horas de la madrugada, moviéndose sigilosamente, un pelotón de soldados encapuchados procedió a sacar de su casa al Presidente institucional en funciones, llevándolo a una base aérea a las afueras de Tegucigalpa para subirlo subrepticiamente en un aeroplano, mandándolo en pijama fuera de territorio hondureño. No encontraron más coartada para realizar su acción que decir que Manuel Zelaya pretendía el cambio de preceptos constitucionales por medio de una consulta a una asamblea constituyente para, previo referéndum, crear la reelección por tiempo indefinido del cargo presidencial. Esto es que el Presidente quería legalizar su estancia en el poder durante el resto de sus días de vida, según dijeron los golpistas.
La consulta propuesta por Zelaya se consideró ilegal por la Suprema Corte, arguyendo que los militares, al deponer al Presidente, actuaron bajo las órdenes de esa institución judicial. Lo que trataba, se advierte con gran claridad, era de impedirla. ¿Por qué? ¿Era por que son respetuosos del orden legal o simplemente por el temor a que los resultados les fueran adversos? Lo primero queda descartado con sólo considerar que no les importó romper ese orden legal al destituir de manera bastante grosera al Presidente constitucional, abriendo la puerta a la barbarie. ¿Es ésta la manera en que se protege el orden legal?, ¿destruyéndolo? Lo único que demuestra el proceder de las Fuerzas Armadas hondureñas es algo que se había quedado en el pasado cuando las insurrecciones eran cosa de casi todos los días. Un Golpe de Estado no debe ser utilizado como pantalla para corregir lo que sólo se corrige con la ley en la mano. Aquí parece repetirse la receta acostumbrada de: quítate tú para ponerme yo, siendo las Fuerzas Armadas las que hacen la diferencia entre un Estado de Derecho y el uso de la violencia incontrolable.
Decíamos, lo que se hizo en Honduras no tiene otro nombre que el de Golpe de Estado. Es chistoso cómo los golpistas pretenden disfrazar su asalto al poder con el argumento de que para ello se cumplieron las normas del derecho. Que la salida de Zelaya tuvo su origen en su renuncia por motivos de salud, para luego señalar que fue depuesto al pretender llevar al cabo una reforma ilegal. Lo que evidencia que lo que sobra son excusas.
La verdad monda y lironda es que los poderes fácticos se dieron cuenta de que si le permitían al entonces Presidente realizar la consulta, con el transcurso del tiempo podrían perder la oportunidad de seguir disfrutando de los privilegios que hasta ahora les ha permitido gobernar al país con un político de paja, presto a cumplir con el mandamiento de sojuzgar al pueblo. Hasta ahora los gobiernos miembros de la Organización de Estados Americanos, la OEA, han titubeado por que se trata de revoltosos que son sus iguales.
El Gobierno golpista se ha dado el lujo de desconocer tratados internacionales y mientras el organismo busca una solución negociada, en Honduras se cierne la sombra de una guerra civil. En fin, a lo largo y ancho del continente Americano las clases sociales están divididas, se han venido juntando tantas inequidades que cualquier chispa puede hacerlos estallar, al parecer el pueblo no puede ni quiere aguantar más miserias. Ni aquí, ni allá. Bueno ni acullá.