Semana a semana es lo mismo: la seguridad es un desastre. Tiempos sombríos estamos viviendo. Más que nunca me pregunto por qué está pasando todo esto, la vorágine es atroz sin duda.
Se habló del Estado fallido allende el río Bravo. El Gobierno rápido lo desmiente en las palabras, obvio que no lo prueba en los hechos, todo parece una mierda.
Y si eso no es todo, la sombra de la crisis ya está encima de todos. La misma que se declaró luego del estallido de las "subprime" (créditos hipotecarios otorgados a personas con bajo puntaje crediticio) y el efecto dominó se encargó de derrumbar el sistema financiero de los Estados Unidos para después llevarse todo consigo y propiciar la primera recesión globalizada del mundo.
Se habla de dos millones de mexicanos desempleados de la Población Económicamente Activa, las familias -en su mayoría- están simplemente desesperadas.
Como un elemento más de la tormenta social, el nivel de la política, palanca fundamental para lograr el desarrollo colectivo, está en época electoral y lo más ruin de la misma está aflorando. Además, el narcotráfico y la propia política parecen hoy una mezcla cada vez más común.
Los ajustes de cuentas siguen y siguen, y esta semana se llegó a lo peor: la muerte de civiles, y lo más terrible: la de un niño de cuatro años. En primera instancia, un acompañante de chofer fue alcanzado por una bala detonada por los delincuentes cuando se hallaban perseguidos por el Ejército. En segunda, todavía más espeluznante: una granada lanzada por los propios malandrines explotó bajo el vehículo que ocupaba la desafortunada víctima, calcinándola al instante.
En tanto, el crimen en La Laguna ahora tocó lo peor. Alan Alexis Martínez Martínez, de tan sólo cuatro años de edad, murió por una bala percutida en las ráfagas que ya desesperados de sentirse copados, los criminales lanzaron contra civiles, que según los reportes de la Sedena, éstos hicieron con el afán de detener a sus persecutores militares. El miércoles Alan Alexis recibió sepultura. Su madre, herida también, fue trasladada del hospital al sepelio, para luego seguir en atención médica. Difícil imaginarse un cuadro más triste, más injusto, más inexplicable.
Todos buscamos respuestas, y aunque la razón impide pensar que designios divinos y malignos generen condiciones para que ocurra tanto mal, los hechos fuerzan a que así se perciban las cosas.
El dolor expresado por don Cipriano Martínez, abuelo del pequeño Alexis, desgarra al corazón más duro: "A mi hijo le gustaba ir conmigo a trabajar al campo. Arreaba a las cabras junto conmigo y así se ganaba cada sábado sus 10 pesos, con los que inmediatamente se iba a jugar a las maquinitas. No podía ir al jardín de niños porque no había dinero, pero era muy listo, yo le veía mucho futuro, era inteligente".
Quizá la sociedad requiera muchos más golpes como éstos, para que entendamos que la vida llena de antivalores y desdén por la justicia social, siga permitiendo que germine este tipo de individuos que se coluden para asesinar, envenenar, secuestrar y extorsionar a las personas comunes.
Pero no sólo ellos, la misma sociedad ha permitido los delitos de "cuello blanco", los robos de los políticos, la corrupción generalizada. Todo por tener mucho dinero. Mientras tanto a don Cipriano, ya se le arrancó la mitad de la vida.