Es un insecto perteneciente al orden de los dípteros, muy común y sumamente molesto. Tiene boca en forma de trompa con la que chupa las sustancias de que se alimenta. Uno no imagina cómo se pudo colar este bicharraco a uno de los salones de la Casa Blanca, para revolotear alrededor de la cabeza del presidente Barack Obama, que en esos momentos daba una entrevista televisada. Moviendo las manos para alejarla le advirtió "vete de aquí" a lo que el insecto, cual si la hubieran enviado los iraníes, siguió terca dando la lata. La esperó a que se detuviera y cuando se posó a la altura de su muslo, en un brusco movimiento, dejó caer su mano aplastándola. Esto se vio en las teles. (La mosca moribunda alcanzó a decirse: qué bueno que tiene reflejos, si en vez de él se hubiera tratado de George W. Bush, estaría yo con el cuerpo atravesado por una bala, era un vaquero de armas tomar, que explicación válida recibiría mi descendencia, quienes podían pensar que andaba en malos pasos). Las moscas hemos estado aquí, compartiendo el pan y la sal con la humanidad desde tiempos inmemoriales. Se nos ha usado a menudo en la mitología y en la literatura, el dios Zeus envió a una de mis congéneres a morder al mítico caballo Pegaso.
El poeta Antonio Machado, en un poema, las retrata como animalillos revoltosos que no tienen respeto ni por los párpados de los muertos. A propósito, Emily Dickinson hace referencia a las moscas en el contexto de la muerte al decir en uno de sus poemas "yo oí el zumbido de una mosca cuando moría". Por cierto, hay una mosca, que en el instante de morir un ser humano se introduce por una de las ventanillas de la nariz para depositar sus huevecillos en el tegumento interior que convertidos en gusanos devoran el cadáver en su putrefacción. Están dondequiera. Si usted estaciona su coche yendo en carretera y deja abierta una puerta, una mosca lo acompañará al arrancar de nuevo. La cosa es que en el caso de la mosca, que fastidiaba al hombre cuyo cargo le da el título de más poderoso de la Tierra le distraía, pues lo hacía mover los brazos como aspas con objeto de espantarla. Sin siquiera lavarse las manos, siguió preguntando al periodista ¿de que estábamos hablando?
Ha sorprendido gratamente la actitud presidencial. Es y se muestra como un hombre de carne y hueso, que hace cosas comunes con la mayor naturalidad del mundo. No se podrá decir que era una mosca robotizada que estaba espiando para un país que en eso de las moscas se las saben de todas, todas. Se descubrió que no es Obama un ser de otro planeta, ni se divierte escuchando tangos o viendo bailarlos, siendo como cualquiera de los americanos de su tiempo, un hombre como cualquier otro. Los políticos de acá son rebuscados, acartonados y sienten que deben ser deificados dada la relevancia que han adquirido. Mientras que están en campaña se acercan a sus futuros electores y les prometen el oro y el moro, para una vez acabado el proceso electoral darse cuenta que no son iguales que el resto de los ciudadanos. Toman actitudes de perdonavidas. Miran a los demás por encima del hombro. No hablan, no conversan, se sienten iluminados.
Quizá este episodio de la vida diaria les dé ideas a los del Servicio Secreto, de impedir que las moscas invadan la residencia del Presidente de los Estados Unidos de América. Hablar de moscas es hablar de suciedad, de porquería. No se puede creer que la vida en la Casa Blanca pueda ser igual que en un callejón de un barrio de Harlem. Debe lucir como su nombre lo indica, a pesar de que la comida del día consistiera en pescado, cuyos restos son echados a un bote de basura. ¿O las moscas lo habrán confundido con el anterior huésped de la casa? Después de todo, las moscas, como aquél, no tienen un gran cerebro. Pero la pregunta toral es ¿cuál es la utilidad de las moscas para la vida en el Planeta Tierra? A través de la historia de la humanidad la mosca ha adquirido el rango de punto de referencia. Hay quien se refiere a que la gran mayoría de los políticos son unos Papamoscas, es decir, están con la mente en blanco, embelesados consigo mismos y la mayoría de los días dedicados a perder el tiempo. Deben ponerse moscas, y sacudirse las moscas, por si las moscas. En fin, hay hombres que al igual que la moscas viven a la izquierda, igual que a la derecha y nunca les falta una sopa aguada donde caer. Trepan por las paredes, siendo capaces de colgarse de cabeza.