Hay en el ambiente algo que no se sabe si es ansiedad -estado de agitación, inquietud o zozobra del ánimo- o de plano miedo, que en el caso es el recelo o aprensión que cada quien tiene de adquirir una enfermedad dado el alto grado de contagiosidad. Los medios nos han dado la alarma. Las fotografías de personas que habitan en la Ciudad de México con cubrebocas, así como los juegos de balompié en estadios vacíos, la recomendación de que la gente se quede en casa en vez de acudir a lugares de esparcimiento evitando aglomeraciones, el que se trate de una cepa recién descubierta, el que haya muertos por la influenza, el que en los templos se celebre la Eucaristía a puerta cerrada, que se hayan suspendido las clases en las escuelas, produce incertidumbre y súbito desconcierto. No obstante no se debe caer en una psicosis cuando conociéndose los síntomas habrá personas hipocondríacas que muestren los síntomas. No hay que caer en esa trampa. Los virus son microorganismos patógenos, en el límite entre lo inanimado y lo vivo. En el caso de la gripe o influenza puede producir fiebre, siendo transmitida por garrapatas de marranos. Dicen que la epidemia de influenza es producida por un nuevo virus de origen porcino que previamente ha mutado.
En esta vez al igual que la gripa que se denominó española, en el año de 1918 que produjo la muerte de más de 15 millones de personas, los más amenazados eran los jóvenes de 20 a 30 años, aunque cabe decir que en 1957 en la gripe bautizada como asiática la mortalidad fue mucho menor, al ya contarse con antibióticos. De aquélla, de octubre del 18, aquí en Torreón causó gran mortandad de tal manera que los servicios funerarios fueron insuficientes tomándose la decisión de recoger los cadáveres a los que la influenza española les había quitado la vida, en carretones que proporcionó la autoridad municipal, llevándolos a sepultar en los panteones, que luego fueron insuficientes por lo que tuvieron que improvisarse fosas colectivas en los terrenos de lo que hoy es la colonia Torreón Jardín, así como en los del Bosque Venustiano Carranza. Me platicaban viejos laguneros que se dio el caso de que algunos de los muertos se levantaban por sí mismos, apenas eran lanzados envueltos en cobijas, pues aún estaban vivos. Era tal el miedo al contagio que apenas cerraban los ojos y a sus familiares les apuraba deshacerse de los cuerpos.
Me platicaban que los jóvenes petímetres de aquel año salieron a la Plaza de Armas a festejar con tequila, que resultó el remedio más eficaz para prevenir y evitarla. Es del todo posible que el alcohol fuera la inesperada solución, aunque no hay que descartar que la influenza española de 1918 duró apenas un mes o menos y no obstante mató aproximadamente a 5 por ciento de la población. Lo que quiere decir que duró su ciclo de vida y desapareció. Lo que puede pasar ahora con la influenza porcina la que al igual que en otras ocasiones, se desvanece de manera espontánea como ocurrió en la Unión Americana en 1976 y 1988 en que hubo brotes de influenza porcina.
Los expertos no han encontrado la razón de por qué siendo el virus del tipo influenza A. contiene una mezcla, nunca antes observada, de virus porcino, aviario y humano, incluyendo elementos del virus porcino europeo y asiático. Se recuerda que las muertes por influenza son comunes, no lo es la mezcolanza. Lo que ayudaría a descubrir qué es lo que está pasando, nos llevaría a pensar la locura de que se tratara de que se ha iniciado una guerra bacteriológica, sin que hasta el momento haya indicios que concreten la presunción. En meses del año de 1520, se desató en la antigua Tenochtitlán un brote epidémico que aniquiló a las fuerzas que resistían a las del conquistador Hernán Cortés, diezmándolas. Los indígenas murieron pues carecían de defensas naturales, dado que la viriasis aguda eruptiva era desconocida en América. Eso ayudó a los españoles a romper el cerco que los aztecas les habían impuesto dentro de la ciudad. Fue lo que la historia señala cuando lloró Cortés, al pie del árbol de la noche triste. En fin, esperemos que las medidas que tomamos en este país sean suficientes para acabar con esto que amenaza convertirse en la peor pesadilla que nos haya tocado vivir.