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La Primavera

Addenda

GERMÁN FROTO Y MADARIAGA

La llegada de la primavera, siempre remueve recuerdos, de los tiempos de niñez y juventud.

Eran días maravillosos, pues aunque ya se habían ido la Navidad y el año nuevo e inclusive, pasado el cumpleaños, la temperatura agradable hacía más gratos los días, porque aún no comenzaba el calor insoportable.

Varias eran las formas de celebrar aquellos días primaverales.

Una, era ir al Bosque a jugar desde temprana hora. Era lo que conocíamos como "las mañanitas de abril".

Desde temprana hora, cientos de jóvenes y niños nos enfilábamos al Bosque a jugar basquetbol, pasear en patines o simplemente caminar por aquel paseo.

Todos los padres de familia se sentían seguros de que fuéramos allá, porque nos sabían en lugar seguro y acompañados de muchos amigos que diariamente nos dábamos cita ahí.

El Bosque se llenaba de algarabía y podía uno jugar con niños de otros rumbos sin mayor problema.

Eso sí, dado el ejercicio matutino, regresaba uno a casa con un hambre ancestral, dispuestos a devorar lo que se nos pusiera enfrente.

Para cuando eso sucedía, mamá ya nos esperaba con el desayuno listo y las infaltables tortillas de harina, calientitas para saborear aún más nuestro desayuno.

Desde que abría uno la puerta de la casa, el olor a las tortillas nos atraía, como la alfalfa en el establo a los potrillos.

Nadie renegaba ni había a quien le tuvieran que rogar que desayunara. El apetito era voraz y casi insaciable.

La otra opción, si traíamos algo de dinero, era que mi primo, Enrique, mejor conocido como "El Güero", tomara la camioneta se su papá y todos hechos bola en la caja, nos fuéramos a la alberca Esparza.

Ahí me enseñé a nadar a querer y no, porque Ricardo y "El Güero" me aventaron al agua a fuerzas y tuve que salir como Dios me dio a entender.

La Esparza, fue la alberca más popular de su tiempo, luego llegarían los años de San Isidro, cuando se construyó éste como club privado.

Pero quedaba muy lejos de todo y para cuando se popularizó, ya había demasiada gente en ese club. Incluso por eso, los socios originales se decidieron a construir el Parque España, porque a pesar de haber llegado a Torreón, con un puro y unas alpargatas, pronto se volvieron elitistas y despreciaban lo popular.

Pero aquellos eran los tiempos en que la calle era nuestra. Y los parques y los paseos públicos. Antes de que la delincuencia nos arrebatara esos espacios y nos confinara a vivir en nuestras casas y sólo en ellas.

Contra lo que digan en contrario, todo se comenzó a deteriorar cuando el miedo se apoderó de nosotros y les pusimos rejas a las ventanas y candados a las puertas.

Cuando nos sentimos inseguros y dejamos de saber quiénes eran nuestros vecinos.

Cuando, por nuestra propia seguridad, el Ejército comenzó a patrullar las calles y nos acostumbramos a ver soldados y tanquetas.

Cuando nos arrebataron la sonrisa y nuestro cielo se puso gris.

Pero yo estoy seguro de que un día de éstos, volverá a brillar el Sol en mi ciudad y las calles se llenarán otra vez de alegría. Porque nada es para siempre.

Por lo demás, "hasta que nos volvamos a encontrar que Dios te guarde en la palma de Su mano".

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