E L hombre no debe de ser execrado una vez que ha muerto. O lo que es lo mismo: nuestras costumbres ancestrales nos llevan a respetar a los muertos aunque en vida pudieron actuar equivocados. Los hombres exánimes son cosa juzgada por el Creador a quien corresponde llamarlos a que rindan cuentas. El tocar a un ser vivo merece consideración, hacerlo con el cuerpo de un muerto es profanación. Desde los primeros tiempos de la humanidad hubo respeto al hombre que había perdido la vida así hubiera sido un sátrapa, indigno de ser honrado cuado caminaba sobre la costra terrestre. Las primeras civilizaciones, los sumerios, los caldeos, los fenicios, los babilonios y los asirios honraban a sus muertos. En la canción de la muerte, el bardo José de Espronceda, dice: mentiras son sus amores, mentiras son sus victorias y son mentiras sus glorias y mentira su ilusión. Edgard Allan Poe, en los espíritus de los muertos, señala: tu alma sobre la tumba de piedra gris a solas yacerá con sombríos pensamientos, nadie en toda esa intimidad, penetrará en la delgada hora de tu secreto.
Ante un cadáver: aquí estás ya... tras de la lucha impía, en que romper al cabo conseguiste la cárcel que al dolor te retenía/ la luz de tus pupilas ya no existe, tu máquina vital descansa inerte y a cumplir con su objeto se resiste/¡miseria nada más!, dirán al verte, los que creen que el imperio de la vida acaba donde empieza el de la muerte./ Y en medio de esos cambios interiores tu cráneo lleno de una nueva vida, en vez de pensamientos dará flores. Allí acaban la fuerza y el talento, allí acaban los goces y los males, allí acaban la fe y el sentimiento. Así lo describió el excelso poeta Manuel Acuña. Bien, esto recordé al mirar la fotografía de un tristemente celebérrimo personaje que yacía con los pantalones desabrochados, bajados hasta las rodillas, cubierto su cuerpo con ensangrentados billetes de banco, escarnecido sin más razón de que con su comportamiento quebrantó las reglas legales. Es obvio que no se trata de un ciudadano ejemplar del que podamos estar orgullosos los mexicanos, pero después de todo, una vez muerto, no era otra cosa que un ser humano que no merecía otra condena más allá de sufrir la muerte violenta que sufrió, de él se puede decir que vivió dentro de la violencia y murió como había vivido. Lo demás es propasarse, no tener compasión.
Una burla sin el menor sentido. Nosotros creemos no ser iguales, tenemos conciencia, que nos da la oportunidad de saber distinguir entre el bien y el mal. Que Dios lo haya perdonado. Son seres que perdieron el camino recto yéndose por el camino torcido. Entre nosotros también hay prevaricadores. Falsos iscariotes que engañan con sus melifluas mentiras haciéndolas aparecer como verdades. Se dicen hombres de bien sólo por que en vez de pistolas traen una mortífera y afilada lengua. En el Libro Negro del escritor italiano Giovanni Papini, leí que en el cielo había una rebelión de justos que le pedían al Todopoderoso que abriera las puertas del infierno para que salieran los condenados a sufrir por sus pecados las llamas eternas.
Argumentaban que su dicha por estar gozando del paraíso no era completa por que algún pariente se encontraba en los apretados infiernos pagando el precio de una vida licenciosa. Que si se les había prometido como bienaventurados gozar de la presencia de Dios, su gozo no sería completo en tanto algún familiar estuviera lamentándose por haber obrado mal. Ni más ni menos que pedían una amnistía seguros de que serían escuchados dados sus venerables méritos.
No se supo si Dios, en su gran misericordia concedió al fin su indulto. La trama: el personaje llamado Gog, millonario que recorre el mundo en busca de sucesos fuera de lo común, es solicitado por un grupo de personas que requieren de su presencia, pues experimentan con la muerte provocada y la resucitación, de alguno de ellos, que el último les trajo la versión arriba anotada, cuando Dios sentado en su trono se aprestaba a tomar una decisión. Estaban ansiosos por regresar al mundo de los muertos, querían saber qué había pasado, para lo cual pedían que el mecenas les proporcionara dinero con el objeto de seguir realizando sus viajes al más allá.
El autor no aclara si los escrutadores logran que les proporcionasen los fondos requeridos, sin embargo el literato plantea un problema lógico de las familias que no logran disfrutar plenamente de la gloria pidiendo que sus almas benditas cumplan el castigo destinado a los impíos que habían perdido toda esperanza de redención. ¿En que quedó el perdón de los pecados para los arrepentidos que pregonó, el Hijo de Dios? El autor de las peores villanías puede obtener la remisión de sus culpas. ¿Por qué los hombres no podemos tener misericordia de un ser humano que tomó un mal camino? La ley de los hombres se cumplió, dejemos ahora que el Tribunal Supremo, que juzga los actos de los que se han ido, haga su oficio.