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La proverbial ingratitud inglesa

EL COMENTARIO DE HOY

FRANCISCO AMPARÁN

Dado que buena parte de la historia del mundo se ha tratado de quién conquista, derrota o somete a quién, las empresas militares ocupan una buena parte de los libros dedicados a Clío, la musa que se ocupa de contar las cosas del pasado. Quizá no debería ser así, pero qué le vamos a hacer. Generalmente es más fácil agredir al débil o descuartizar a un presunto enemigo que hacer algo que realmente le sirva a la Humanidad.

Y dentro de la historia militar del mundo, hay ciertas unidades que se han distinguido por sus méritos, resistencia o anecdotario. Y que por lo mismo, entre tanta chusma, resaltan por encima de los demás, y su memoria se conserva a pesar del tiempo.

Así, por ejemplo, la Guardia Imperial de Napoleón era conocida por lo ponchados y altotes que estaban sus miembros, porque eran los que daban la puntilla al final de las victorias de Bonaparte, pero sobre todo por la obediencia ciega que le dedicaban al Gran Chaparrón. Tan apreciaban su fama de leales, que de plano se hicieron matar al final de la batalla de Waterloo: rodeados por los británicos que les intimaban a la rendición, su comandante, que tenía el indiscutible apellido de Cambronne, respondió: "¡La Guardia muere, pero no se rinde!". Y sí, los británicos les dieron el gusto.

En un ejército tan lleno de tradiciones y entorchados como el británico, hallamos muchas unidades señeras y solariegas: por ejemplo, los Escoceses de las Tierras Altas, regimiento que pasara a la historia como "La delgada línea roja", que evitó el colapso inglés en la batalla de Balaklava.

Pero la brigada británica más famosa y temida ni siquiera es británica: está conformada por asiáticos chaparritos-chaparritos, nacidos en Nepal, que desde hace casi dos siglos han servido en las filas inglesas. Su valor, sangre fría, y costumbre de cortar orejas, son legendarias: son los famosos gurkhas.

Éstos tienen una reputación tal de implacables, que hasta los japoneses les huían en la Segunda Guerra Mundial. Cómo estaría la cosa.

El caso es que muchos veteranos gurkhas, una vez terminado su servicio militar, querían establecerse en la Gran Bretaña, la tierra por la que habían peleado (y desorejado enemigos) con pasión. Pero la Pérfida Albión les ponía traba tras traba. Ello originó un movimiento social exigiendo que se permitiera que los gurkhas veteranos pudieran gozar de la vida en el país que les debía tan distinguidos servicios.

El movimiento tuvo cierto éxito, de manera tal que los veteranos gurkhas podrán pedir su residencia en Inglaterra si cumplen ciertos requisitos. Algunos creen que éstos siguen siendo demasiado exigentes para gente que merece mayores recompensas. Pero bueno, ¿qué esperaban? La gratitud nunca ha sido característica importante de los súbditos de Su Británica Majestad.

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