La isla de Madagascar, situada frente a la costa Sudoriental del Continente Africano, tiene varias características que la hacen singular. En primer lugar, posee una serie de ecosistemas únicos en el mundo (y en peligro de desaparecer por la acción humana, me temo informarles); por lo mismo, esa isla es el hogar de todo un grupo de animales, los lemúridos, que no se encuentran en ningún otro rincón del planeta. Seguramente se acuerdan de los simpáticos y pachangueros animalitos peludos, con un rey medio loco, que aparecieron en la película animada del mismo nombre
Madagascar también tiene como singularidad que sus habitantes proceden de un tronco étnico y hablan un conjunto de lenguas que no tienen nada que ver con el resto de África: de hecho, provienen del sureste asiático. O sea que los antiguos malgaches (como se les llama a los habitantes de Madagascar) no llegaron de ahí nomás tras lomita, sino que atravesaron el Océano Índico, en una de las migraciones humanas más extrañas que se conozcan.
Quizá por su carácter extraordinario, Madagascar fue durante mucho tiempo una especie de referencia a lo remoto y desconocido. Durante la Segunda Guerra Mundial, cuando tras sus conquistas en Europa Oriental los nazis se hallaron con millones de judíos polacos, lituanos, ucranianos y rusos en sus manos, alguien se aventuró a proponer enviarlos a todos
El caso es que, como se puede ver la República Malgache (nombre oficial del país) tiene lo suyo. Y en estos días nuevamente ha dado de qué hablar.
Desde las elecciones de 2002, Madagascar ha vivido en la zozobra política. Desde entonces, quien resultara electo presidente en esos comicios, Marc Ravalomanana ha tenido que enfrentar numerosas protestas y movimientos de la Oposición. Hasta que finalmente ésta, encabezada por un exdisc-jockey de 34 años llamado Andy Rajoelina (no, no estoy inventando los nombres), se hizo con el poder en días pasados, con el apoyo del Ejército.
El problema es que la comunidad africana no ve con buenos ojos que un jovenazo que según la Constitución de Madagascar ni siquiera tiene la edad legal, se haga así como así de la Presidencia. Si el Golpe de Estado era la situación natural de los regímenes africanos en el pasado, los cuartelazos son cada vez peor vistos, teniendo en cuenta las consecuencias que han producido a lo largo de las últimas décadas.
Pero claro, como suele ocurrir, una cosa son las buenas intenciones