Los testimonios presentados ayer por El Siglo de Torreón de jóvenes que admiten estar tentados a delinquir, obligados por la difícil situación económica que se vive nos obliga como sociedad a cuestionarnos si estamos en la ruta correcta en la lucha contra el crimen.
Mientras que el presidente, Felipe Calderón, desde el inicio de su gestión le ha apostado a las armas y a la violencia como única estrategia para acabar con el crimen, miles de jóvenes en todo el país se ven tentados a ingresar a las filas de la delincuencia ante la falta de empleo y de oportunidades.
Actualmente el rubro de Seguridad Pública es que el se lleva la mayor parte del presupuesto nacional. Dinero que se está utilizando para comprar armas en una guerra que hasta el momento, el Gobierno Federal ha carecido de una buena estrategia de comunicación para informar a la sociedad de sus logros.
Por desgracia, muy pocos recursos se han destinado a enfrentar las grandes desigualdades que se viven en el país. La pobreza no sólo alimenta la delincuencia, la falta de oportunidades de una sociedad que no es capaz de cumplir con las expectativas de un joven que anhela un empleo después de salir de la universidad, también alimenta a las bandas criminales.
Si a esta realidad le sumamos el hecho de que la semana pasada la revista Forbes incluyó a Joaquín "El Chapo" Guzmán en la lista de los hombres más ricos del mundo, estamos enviando un mensaje equivocado a nuestros jóvenes. La apología de la violencia como medio para ganar dinero y estatus es un problema que hasta el momento las autoridades han cerrado los ojos, enfrascados en una lucha violenta que carece de estrategias para enfrentar el problema de raíz con políticas públicas eficaces, las cuales ofrezcan soluciones integrales más allá de los patrullajes espectaculares de las fuerzas federales en todo el país.
