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La trastada

GILBERTO SERNA

Fue despojada violentamente de su status de Presidente sin que a pesar de sus ruegos, plegarias y jaculatorias, estas últimas breves, pero fervorosas, le hayan devuelto lo que le quitaron a la mala. Desde entonces ha venido dando lástima con su sombrero encajado en la cabeza tocando en puertas internacionales para que alguien le haga la justicia que él quiere regresándole, sin disparar un solo tiro, el palacio que antes ocupaba. Desde los tiempos en que fuera pasado por las armas en el puerto de Soto La Marina al regresar a suelo mexicano el autoproclamado Emperador de este país, Agustín de Iturbide, no se había dado el caso de tanta inocencia, si consideramos que creyó que arrastraría turbas de seguidores que lo elevarían en andas para volver a colocarlo en su trono; nunca imaginó que lo pusieran de espaldas en un paredón. Al señor de las botas, le han hecho creer que vive en el país de las maravillas o el de los tres cerditos, de la cenicienta y lo peor es que se lo cree.

Los países que integran la OEA, salvo excepciones, obedecen lo que manda el Coloso del Norte. No hay que confundirse, la faramalla que han venido haciendo gobiernos de derecha que simulan condenar el Golpe de Estado, pero que en privado aplauden a Micheletti, como en el pasado aplaudían a Augusto Pinochett. Es claro que están contentos de que hayan sacado de Honduras a Zelaya, quien estaba orientando a la nación a convertirse en un bastión donde nomás sus chicharrones tronaran. Ha cometido costosos errores. El aislarse de las fuerzas militares ha sido el peor. Luego en ardientes arengas decía que encuadraría la ley para reelegirse. Se ha hecho amigo del venezolano Hugo Chávez. Si quería rodearse de gente que es odiada por los Estados Unidos de América lo logró con largueza. Luego se le oye decir que espera que los gringos, lo regresen a su silla de mando. A pesar de que el presidente Obama le había dado un pescozón cuando dijo que esos pediches acusaban al imperio de intervencionista, pero cuando les convenía pedir su ayuda lo hacían sin el menor rubor.

Luego vendría a México, a regar el tepache, haciendo fuertes declaraciones que lo pusieron en el ojo del huracán mencionando la soga en casa del ahorcado, por lo que el Gobierno lo puso de patitas en la calle y sin más ni más a bordo de un avión que lo condujera lo más lejos posible, considerándolo como un chivo en cristalería. Incurrió en tal falta de tacto político que el ujier de palacio no hubiera sido tan tonto para hablar contra el Gobierno que lo estaba recibiendo, dándole el tratamiento de Jefe de Estado, a pesar de que su firma no valía nada.. Fue objeto de la furia de políticos locales que sin más ni más lo sacaron en vilo rodeado de soldados. Lo que nos lleva a considerarlo como un bisoño; neófito en el arte de saberse moderar mientras no se trepaba de nuevo en el ferrocarril del poder. Él le llama al pan, pan, y al vino, vino. No se ha enterado que la política es el arte de disimular. Es encomiable que sea tan francote, lo que en un sacerdote sería una graciosa muestra de su respeto a los demás, no lo es en un político que aspira a recuperar lo que le quitaron.

Total que lo traen de Herodes a Pilatos, dejando que pase el tiempo. En su manifiesta ingenuidad, logró colarse al edificio de la legación brasileña donde hasta ahora está a salvo, iniciando pláticas con el Gobierno golpista para que le hagan el favor de regresarle el mando. Donde se ve mejor su inexperiencia es en su trato con el Gobierno de facto, que no tiene legitimidad, a pesar de lo cual dada su impotencia quien impone las condiciones, son los otros que le han estado viendo la cara. Micheletti y su ejército se han de estar desternillando de risa. Lo último es que los golpistas han hecho, en los acuerdos que han planteado, es que sea el Congreso el que resuelva si se le devuelve o no la Presidencia de la República de Honduras. Véase que hasta ahora no se ha escrito el obituario del ex mandatario, sin embargo, no falta quien ya tenga listo su epitafio: "Aquí yace quien nunca supo que en la guerra se arrebata, no se implora". Si no tenía lo que se necesita en estos casos, no espere clemencia. Hace un buen rato que se tiene listo un sudario.

En fin, una de estas noches Manuel tuvo un sueño. Se veía a sí mismo montando a caballo, con sus botas de cuero repujado, una corona de laurel ceñía sus sienes, a su paso la misma élite social que lo había tumbado eran ahora los que le aclamaban con vítores, hurras y vivas. El palafrenero, llevaba del freno al caballo, era el golpista Roberto Micheletti quien caminaba zumbón, como si no fuera capaz de tramar una trastada.

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