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La universidad en la era de la información

ROLANDO CRUZ GARCÍA

Se asegura que la humanidad ha transitado, como civilización, por al menos cuatro grandes eras: la era agrícola, la era industrial, la era digital y, en tiempos actuales, la era de la información y el conocimiento; de tal manera que ahora, el factor más importante para todos los países, ya no es la disponibilidad de capital, mano de obra, materias primas o energías, sino el uso intensivo de la información y el conocimiento.

Somos testigos de un nuevo paradigma económico-productivo, que proviene del conocimiento contemporáneo y del papel central que adquiere la información en los procesos productivos, al grado de llegar a calificarse a la sociedad actual como la sociedad del conocimiento; ojalá algún día pudiéramos llamarla "la sociedad de la sabiduría" o "la sociedad del aprendizaje permanente" (C. Tünnermann, 2009).

El conocimiento hoy tiene un crecimiento acelerado, una mayor complejidad y una rápida tendencia a la obsolescencia; lo verdaderamente preocupante no es que se duplique aceleradamente y que nunca le demos alcance, sino que la globalización del conocimiento se encuentra en un real proceso de corporativización, lo que ha dado lugar a la creación de un nuevo ente académico-empresarial, en donde el control de los resultados de la investigación la van a tener las grandes empresas transnacionales o las llamadas Laurate International Universitys. Lo que tenemos que resguardar es la educación superior como un bien público y el conocimiento generado en ella como un bien social al servicio de la humanidad.

Para enfrentar el preocupante escenario antes descrito, las universidades públicas en México deberán desarrollar una serie de innovaciones educativas necesarias para enfrentar estos enormes retos y que son: primero, el reto cuantitativo, que significa atender a una matrícula en constante crecimiento sin sacrificar la calidad, sobre todo vía el uso de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC's) y el desarrollo de una cultura informática.

Los restantes retos son: el equilibrio entre docencia, investigación y servicio, ya que muchas instituciones se enfocan sólo en la docencia y en la formación de cuadros profesionales.

La calidad y pertinencia, además del perfeccionamiento de la administración en educación superior.

La generación del conocimiento, la educación permanente y el paradigma de aprender a aprender, pero también a desaprender.

El acento en procesos de aprendizaje y el nuevo rol del docente hacia la construcción de Aprendizajes Significativos.

La flexibilidad curricular y la redefinición de competencias genéricas y específicas para cada profesión, con una mayor flexibilidad en las estructuras académicas. Será importante además la generalización del sistema de créditos universitarios.

Otro reto no menos importante será, establecer una estrecha interrelación entre las funciones sustantivas, la reingeniería institucional y la gestión estratégica, además de ejercer la autonomía universitaria responsable y con rendición social de cuentas.

Por último, serán necesarios los reales procesos de vinculación con todos y cada uno de los sectores sociales y productivos, así como el fortalecimiento de la internacionalización de las universidades.

Una discusión amplia y acorde con el debate internacional, es aquella que privilegia la pertinencia y la calidad en educación superior como centro del debate. Se puntualiza que la pertinencia debe atenderse desde una perspectiva más amplia ya que tiene que ver con el "deber ser" de la universidad.

La valoración de la pertinencia es una tarea compleja desde la parte social, desde el proyecto educativo, desde la exigencia de la flexibilidad curricular, enfocada a la formación y a la responsabilidad de las universidades, con el resto del sistema educativo; "la universidad debe ser cabeza y no sólo corona de los niveles educativos precedentes" (C. Tünnermann, 2009).

Respecto a la calidad en educación superior, es básico aclarar que este importante concepto es de difícil definición en lo educativo, por lo que se nos sugiere que debe ser desagregado para analizar sus componentes y luego poder actuar sobre ellos, desde el currículo hasta la investigación educativa; la calidad y la equidad no son excluyentes, más bien son correlativos, por lo que se insiste en la calidad como una convergencia de criterios: relevancia, eficacia, eficiencia y equidad.

La noción de flexibilidad curricular, es una idea amplia de varios significados, que van desde ofertar cursos hasta la diversidad de competencias, ritmos, estilos, valores culturales, expectativas, intereses y demandas del estudiante.

Para la transformación universitaria, se deben cumplir etapas bien definidas: la definición del proyecto educativo, de la misión y visión, del modelo educativo y académico, de la estructura organizacional y obviamente, emprender el rediseño curricular.

Por último, en lo relativo a las competencias genéricas y específicas en los planes de estudio, el tema relevante es la formación profesional basada en competencias; cuyo significado es aptitud o idoneidad, asegurando que los componentes de toda competencia son: información, conocimiento, habilidades, destrezas y valores. Todo modelo curricular deberá integrarse con base en la promoción de seis tipos de competencias: básicas, genéricas o transferibles, técnicas o específicas, simbólicas, personales y para el autoaprendizaje.

Como podemos apreciar, las universidades (públicas o privadas) o se reformulan, o dejarán de ser pertinentes en la desafiante era de la información y el conocimiento.

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