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La vaca lechera

GILBERTO SERNA

 Q Uién no la ha tarareado, alguna vez: tengo una vaca lechera, no es una vaca cualquiera, me da leche merengada, ¡ay! qué vaca tan salada, tilín, tilín, tolón, tolón. Sí, desde luego, es una canción infantil, pues no está por demás sacudirnos del marasmo de los días cuando la nota roja ocupa los titulares que leemos en los periódicos y escuchamos en los noticieros, a mañana y tarde. Aquí en Torreón se ha extraviado la escultura de una vaca, que se paseaba por el camellón central de la calzada Colón matando moscas con el rabo, lo que ha sucedido en otras ciudades alrededor del mundo entero, en un recorrido donde la imaginación es necesaria para verlas desfilar. De entrada les diré que son bellísimas. Se trata de vacas de fibra de vidrio, hechas a escala real, a las que diseñadores han puesto coloridos dibujos. Ustedes pueden verlas pastar meciendo sus grandes ubres, claro, son vacas lecheras o de ordeña. En su laboratorio interior se produce un milagro: de la pastura que las alimenta, que es simple hierba, elaboran un alimento básico para el ser humano, que es la leche.

Qué felices viviremos cuando vuelvas a mi lado, con tus quesos, con tus besos, los tres juntos ¡qué ilusión! Son animales mamíferos herbívoros que realizan lo que se llama la rumia. Los rumiantes son aquellos animales que digieren el forraje en dos etapas consumiéndolo primero y realizando la rumia después. Esto consiste en regurgitar el material semi digerido para deshacerlo volviendo a masticarlo, agregándole saliva. Para digerir la celulosa que se encuentra en las plantas que ingiere, requiere de la ayuda de hongos y bacterias. El estómago de estos rumiantes se caracteriza por tener cuatro divisiones. Bueno, basta ya de datos que se puede uno encontrar en cualquier enciclopedia. Lo que interesa es que varias desaparecieron, en diferentes partes del mundo, como encantadas sin que nadie notara cómo o a qué horas. Lo curioso es que cual si fuera un hechizo ha ocurrido en varias ciudades donde se han presentado.

Fue tal el impacto que desde entonces provocó que acabara por arrastrar a millones de personas de los cinco continentes, pues es una exposición de arte pictórico formada por vacas de tamaño natural. Tengo la información de que los ejemplares se esfumaron, no es que hayan sido robadas. Con un poco de paciencia fueron halladas en edificios de varios pisos sin que su peso haya sido un obstáculo, pues tenemos noticia de que era de aproximadamente 60 kilos cada una. Las escalera de esos edificios a donde fueron a parar en esas ocasiones eran sumamente estrechas, con pequeños escalones, muy cortos, por lo que si manos humanas las hubieran subido se les hubiera dificultado por lo trabuco del lugar. Claro que no era la India donde las vacas son consideradas sagradas, deambulando de un lado a otro a voluntad y sin restricción alguna. La protección a las vacas es algo extraño en un país donde la población padece de hambre, las leyes de los hindúes prohíben sacrificarlas, por lo que se mueven por las calles entre los habitantes, entrando a sus moradas si les place.

No todo es coser y cantar para este ganado bovino, de cola larga con un mechón en el extremo que utilizan para espantarse las moscas, pues deben cuidarse para evitar el mal de las vacas locas, enfermedad que afecta su tejido nervioso, produciendo cambios neurológicos y problemas de locomoción. Intrigado por el escamoteo de tan bellos ejemplares, me trasladé al lugar de los hechos, con lupa en mano que debe llevar consigo todo investigador que se respete. Había neblina, como pocas veces en la comarca, por lo que en el escenario flotaba un ambiente de misterio. Las vacas que habían logrado permanecer intocadas, ni siquiera voltearon a verme. Creo que algo mágico se había apoderado del ambiente. Una sensación, hecha de delicia y angustia, rozaba lo sobrenatural. El sobrecogimiento me vino cuando excitado observé claramente que la vaca lechera volaba por encima de las palmas de abanico, ahí sembradas por manos amorosas en los primeros años de Torreón. No había duda de que un fenómeno asombroso se estaba produciendo. Las campanas de la catedral ahí cercana dejaron ir sus alegres notas llamando a los feligreses a la primera misa. La res descendió suavemente. En ese momento supe que sus buscadores la encontrarían. Es una obra de arte que no tiene precio.

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