Aparentemente para salvar los restos de vida que quedan en la Tierra, las escuelas de todo México cerraron sus puertas; y alumnos y maestros nos quedamos ahora sí que chiflando en la loma, justo cuando el semestre se estaba poniendo interesante.
Lo cual nos obligó a enfrentarnos a una absoluta novedad: ¿qué hacer entre semana en la casa, durante todo el día?
Porque estarán de acuerdo conmigo en que los fines de semana existe una rutina más o menos estable: uno se levanta más tarde que en días laborales; ve qué hay en el cine para ir en la tarde; quizá hace planes para comer de gorra en casa de algún pariente político; evalúa qué miserables partidos de futbol nos depara esa vergüenza nacional que es la Liga Mexicana de Soccer. En otoño, los seres inteligentes nos chutamos seis horas de futbol americano.
Cierto que hay algunos domingos en que nos entra esa angustia existencial aguda que es el aburrimiento. Pero como que sabemos más o menos cómo solventarla. Después de todo, tenemos toda una vida de experiencia. Nada especial por ese lado.
Pero ¿qué hace uno en su casa la mañana de un miércoles como hoy? ¿Qué labores domésticas se tienen que inventar para evitar esa tortura condenada por la Comisión de los Derechos Humanos de la ONU, la programación televisiva matutina?
De pronto nos encontramos con que estamos como esos astronautas de las películas de nuestra niñez, en una especie de animación suspendida. La vida y el tiempo pasan, y nosotros nos sentamos a verlos desde la ventana de la casa, como la Penélope de Serrat. Por supuesto, sobran los consejos: empieza una novela del siglo XIX, de esas que uno se tarda un mes en terminar. Aprovecha para poner en orden tu clóset (de hecho, una de las más probables fuentes de cualquier enfermedad contagiosa). Poda el jardín. Arregla la gotera del garaje. Aprende crochet. Pero, estarán de acuerdo conmigo, como que no existe el contexto. Uno hace esas cosas con graciosa elegancia los sábados en la mañana o la tarde del viernes, sólo porque el cónyuge nos pone gorro. Pero ¿en miércoles a mediodía? ¿Y nada más porque no hay otra cosa qué hacer? No, hay algo innatural, perverso, monstruoso, en realizar esas actividades fuera del orden natural del Cosmos.
Lo peor es que esto se va a prolongar todavía muchos días más. Algo me dice que un servidor ya va a andar trepando por las paredes por ahí del viernes. Así que ya saben: cualquier arranque de furia homicida, entre pacíficos ciudadanos que siempre habían sido modositos, no es otra cosa que una manifestación de la psicosis generada por el aburrimiento