Los maestros no trabajan el Día del Maestro. La conquista sindical es irrenunciable. Ante la razonable petición de los padres de familia por recuperar una jornada, después de la emergencia sanitaria, la dirigente sindical espetó: "Zapatero a tus zapatos." Elocuente exabrupto: éste no es asunto suyo: las escuelas son mi reino y a ustedes no les corresponde opinar. Dedíquense a lavarle las manos a sus hijos en la casa, entreténgalos y diviértanlos por las tardes. Cuéntenles historias para dormir y denles dulces si se portan bien. Lo que pasa en la escuela lo determino yo. La Zapatera reclamó para sí y en exclusiva, la industria del zapato que son las escuelas de México. El Gobierno concede. La dueña de la zapatería ha hablado. El Gobierno no opina. Dice que le importan los zapatos de todos, declara que está comprometido con la calidad de los zapatos. Pero no está dispuesto a tocar el reino de la Zapatera.
El Presidente ha salido en defensa de ese reino y de los tratados que ha firmado con él. Sabe que su vínculo con la dirigente del sindicato de maestros es una aberración histórica y se dispuso a defenderla, fingiendo convicción, recurriendo a la lógica del antiguo corporativismo escondió el entendimiento con la representante como si se tratara de asociación con los representados. No se equivoquen: nos hemos aliado con los maestros para mejorar la educación del país. La filiación cetemista del argumento es apabullante: el Gobierno se siente orgulloso por su alianza con los trabajadores organizados. La estrecha alianza del Gobierno con la clase obrera es la única manera para impulsar la agenda de transformaciones patrióticas que la nación exige. El panista hace suyo el mirador corporativo. Los maestros existen a los ojos del presidente, gracias a su sindicato. Hablan a través de la voz de su cacique; actúan a través de su representación única, incuestionable-y vitalicia. El Presidente panista actúa en un nuevo régimen político, pero contempla el mundo con los anteojos de su predecesor. Esos lentes son particularmente visibles cuando enfocan el mundo sindical. Los antiguos enemigos del corporativismo se han convertido en sus defensores.
No digo que, bajo el PAN, el corporativismo ha quedado intocado. La alternancia en el poder ha transfigurado el corporativismo tradicional. Los pasos en su democratización han sido extraordinariamente tímidos. Algo en materia de rendición de cuentas, muy poco en materia de transparencia, nada en la regulación de garantías de competencia y de democracia interna. La reelección indefinida de los líderes sindicales no es una excepción y las cuentas siguen bajo un baúl oscuro manejadas caprichosamente por los dirigentes sindicales. Es claro que la transformación de esos monopolios de la representación social no ha caminado con trayectoria democrática. Su sentido ha sido otro: la fortificación de su autonomía. Antes respondían a la lógica bilateral de la alianza, ahora actúan como territorios autónomos que rechazan con eficacia cualquier intento de regulación, cualquier esfuerzo de reforma, cualquier proyecto de modernización.
Antes podía hablarse de una alianza subordinada: un dispositivo que administraba las demandas, que repartía ciertos beneficios a los agentes de la representación y que, al mismo tiempo, aseguraba una disciplina funcional (para el régimen, por supuesto). El corporativismo bajo el PAN se ha convertido en un pacto territorial. Si antes el acuerdo implicaba la negociación de beneficios y la aplicación de correctivos, hoy el acuerdo supone la delimitación de comarcas independientes.
El sindicato petrolero no es un aliado del Gobierno, es un dominio autónomo frente al cual las fuerzas políticas han resuelto no intervenir. La reforma de Pemex, en consecuencia, podrá bordar todos los aspectos de la industria, menos aquello que afecte la provincia sindical. El sindicato magisterial no es propiamente un aliado del Gobierno. Ha recibido trato de un Gobierno de los maestros que la Administración reconoce y cuyos dictados acata. Un soberano al que no solamente se considera inatacable, sino que gestiona sus protecciones desde el mismo Gobierno. El viejo corporativismo limitaba la libertad asociativa, corrompía profusamente, reprimía selectivamente. El nuevo corporativismo ha renunciado al garrote, pero mantiene las restricciones a la organización y tolera la corrupción. Pero el cambio más notable en el régimen corporativo es el reconocimiento a los territorios capturados por el sindicalismo. Felipe Calderón quiso dibujar su alianza con Elba Esther Gordillo como un noble pacto con los maestros de México. No se trata de eso: es un convenio con la autócrata que ha expropiado su voz: no tiene como propósito mejorar la educación de nuestros hijos sino mantener la gobernabilidad del régimen educativo mexicano. Piensa que, si perdemos la Zapatera, quedaríamos todos descalzos y tal vez sin pies.