Ya hasta los ingenieros dicen que el cálculo no sirve para nada; lo que viene a traslucir, en las cuestiones educativas, la poca visión de lo que sirve y de lo que no sirve en cuanto a conocimientos que deben impartirse en una curricula educativa.
Si dejáramos la elección en manos de los jóvenes estudiantes, acabaríamos con la mitad de las materias que se imparten. La visión de lo humano en el aquí y en el ahora, enfocado cien por ciento al utilitarismo o a la falsa imagen de lo que es un hombre triunfador, no le encuentra utilidad a aquello que no sirve para algo en el terreno de lo material, de lo aparentemente productivo, de lo que se pueda traducir en pesos y centavos, y la visión cerrada de lo que es la vida; y mucho más cerrado de lo que es lo humano.
Las matemáticas, la gramática, son materias que irían por delante. Fuera de las cuatro operaciones fundamentales y algunas nociones de contabilidad, muchas cabezas que tienen dificultades en los procesos de abstracción numérica, optan por dejar de lado esta materia para dedicarse a las humanidades que no llevan matemáticas. Por el contrario, las cabezas que si le entran a las matemáticas a lo mejor no le encuentran sentido a lo que tiene relación con la literatura porque no pueden ver en ella más que un producto de ficción que no pueden relacionar con la realidad como sí relacionan a las matemáticas.
Introducirse a la filosofía es entrara un laberinto de ideas que intente demostrar el verdadero ser de las cosas pero que no acaba de convencer a nadie; las artes en general muchos lo reducen a lo bonito, a lo lujoso, a este juego de poner en oferta obras únicas e irrepetibles para ver que precios alcanzan aunque sus autores se hayan muerto en la peor de las miserias. No se ve más allá de las propias narices, no alcanzan a comprender como el arte mismo puede ser otra herramienta para entender y conocer al mundo.
El utilitarismo llevan a considerar que las materias que si sirven son aquellas relacionadas para resolver problemas prácticos cotidianos e inmediatos y casi exclusivamente en el terreno de lo material. Lo que interesa es que te digan como apretar una tuerca; no porque debes de apretarla. Lo que quieres aprender es utilizar una técnica ya descubierta y no lanzarse a descubrir nuevas técnicas para que siga evolucionando la ciencia y la comprensión de la vida y del universo.
Quizás ya estamos hartos de buscar motivos existenciales y simplemente nos hemos propuestos vivir por vivir, como los animales, a quienes sólo les preocupa resolver el momento sin considerar la trascendencia que su razón le indica puede haber en alguna parte.
Esto es lo que nos ha llevado a desarrollar y aceptar una cultura anodina que nos ofrecen los medios masivos de comunicación nacional, en donde la agresión que enaltece el morbo ha venido a suplir la comedia fina y crítica de otros años, y donde para producir dinero no importan los medios, como tampoco importa la dignidad humana.
El joven de hoy, con el celular a cuestas y los audífonos que no quiere quitarse de las orejas, ha convertido en un fetiche los adelantos de la tecnología sin razonar su uso. Son los espejitos caros que la modernidad le vende y como buen indígena se ha dejado engatusar por el brillo de estos. Los utiliza para escaparse de sus clases de la tediosa información que el maestro intenta impartirle, para combatir su aburrimiento, porque se aburre en clase y lo hace al no encontrarle utilidad alguna a lo que aprende.
El proceso educativo escolar ha remplazado el obtener conocimiento por el obtener papeles. Mandamos a los chicos a la escuela para que obtengan un papel no para que obtengan un conocimiento que a lo mejor a los padres de familia tampoco les importa, pero como dicen que con un papel universitario se puede acceder a mejores sueldos, ¡A donde Vicente, a donde va la gente!
Que universitarios anden de taxistas es el corolario final de toda esta carrera a favor del utilitarismo. En ello se ven las verdaderas vocaciones.
La educación es otra cosa; por un lado nos debería de dar los medios para comprender al mundo, la sociedad en que vivimos, para tener una visión histórica y trascendente de nuestras propias vidas. Claro que debe capacitarnos para utilizar herramientas y con ello tener un oficio que podamos intercambiar con otros oficios y poder sobrevivir; pero más importante que ellos es alimentar a nuestra conciencia en estos procesos culturales que nos muestren el sentido de la vida y nuestra razón de ser. Que nos permitan apreciar manifestaciones estéticas que llenen a nuestro espíritu y sean capaces de mostrarnos dimensiones que de otra manera no podríamos percibir. Cultivar en nosotros y enseñarnos a domesticar estas pasiones que no se regulan con ninguna ciencia sino con la voluntad.
El universo es tan basto y hemos podido descubrir su vastedad, su historia, su evolución; nuestra inteligencia es mucho más basta que este universo, porque por medio de ella hemos podido calcular muchas distancias y procesos de vida de ese gran universo, hemos podido expresar innumerables teorías y las hemos cimentado en nuestra habilidad en un sinnúmero de ciencias. Para eso sirve las cosas que dicen que no sirven.
El que circunscribe su mundito al aquí y al ahora, a la sobrevivencia diaria, al comer y vestir, a satisfacer su deseo sexual, al que rechaza cualquier idea que lo lleve más allá de lo que ve y de lo que toca, al que se niega a participar en el majestuoso mundo de la naturaleza, o los otros mundos posibles de la ficción, tal vez ninguna de esas materias le sirva para nada, porque no ha traspasado su condición animal para introducirse en su condición racional, o su condición emocional, o estética o mística; y como animal no pasa de ser el depredador que nos hostiga diariamente, sólo ha aprendido a cazar para satisfacer el hambre, solo vive por vivir y más que vivir vegeta, es la verdadera vida sin sentido. No más.