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Las patéticas campañas

Actitudes

JOSÉ SANTIAGO HEALY

Todos sabemos que en México los partidos tomaron el poder desde el pasado sexenio cuando cayó el presidencialismo y la dictadura de un solo partido.

Desde entonces los partidos se han convertido en cofradías de poder en donde sus dirigentes hacen y deshacen a favor de sus intereses, la única condicionante es ponerse de acuerdo con otros partidos para alcanzar la mayoría en las votaciones del Congreso.

Fue así que destruyeron al Instituto Federal Electoral, una institución que había logrado mantener una heroica independencia y autonomía en los tiempos dictatoriales de México.

Gracias al IFE fue posible concretar la alternancia del poder e iniciar una transición hacia la democracia que hoy en día se encuentra estancada en un mar de oscuros intereses que manejan a su albedrío las mafias partidistas.

La eliminación de los candidatos plurinominales, una vieja demanda de los ciudadanos mexicanos, ha sido ignorada campantemente por los partidos en el poder porque los llevaría a su caída estrepitosa del poder.

Los plurinominales fueron creados por el presidente José López Portillo para aparentar una reforma política cuando el voto no se respetaba. Se abrió entonces una pequeña puerta a voces disidentes para crear un supuesto clima de libertad y pluralidad.

Pero llegó el respeto al voto luego de varias elecciones convulsionadas y con ello la transición a la democracia.

Sin embargo, los plurinominales se mantienen en el poder como una concesión gratuita e innecesaria para los caciques de los partidos.

La mayor parte de los líderes de las cámaras de Diputados y de Senadores -además de los dirigentes de los partidos- es de legisladores plurinominales.

Ellos no tuvieron que sudar para ganar el voto en su distrito o estado, simplemente recibieron la designación por la cúpula de su partido de tal manera que su compromiso no es con los ciudadanos sino con los oligarcas que dirigen los partidos

Esto viene a cuento para explicar la patética realidad de las campañas políticas que vive México con rumbo a las elecciones federales del 5 de julio.

Si usted escucha la radio o prende la televisión mexicana encontrará una agobiante lluvia de anuncios de las campañas de los candidatos y sus respectivos partidos.

La gran mayoría de estos anuncios no es pagada por los partidos, son parte de los acuerdos tomados por el IFE (o lo que queda del mismo) para complacer a los señores del poder, es decir a los partidos políticos.

Lo más lamentable son los mensajes anodinos, fatuos y aburridos que envían los partidos en sus infumables spots.

Mientras el PAN utiliza a Felipe Calderón como el gran adalid para atraer el voto, Andrés Manuel López Obrador insiste en salvar a México y en continuar un proyecto que nadie conoce.

El PRI como de costumbre se presenta como el partido que mejor conoce y defiende a los mexicanos, en tanto algunos partidos de izquierda se fueron al extremo de defender al aborto y otras propuestas impopulares.

Pero nadie habla de acotar los poderes a los partidos, tampoco de reorganizar al país y menos de iniciar por dentro el combate a la corrupción lo que significaría enjuiciar a ex presidentes, ex gobernadores, secretarios de Estado, legisladores y a dirigentes de partidos "que se han servido con la cuchara grande".

Tampoco hablan de aplicar con severidad las leyes a los delincuentes comunes y a los funcionarios cómplices para acabar de una vez por todas con la corrupción en México, la causa principal de la violencia y del desastre social que sufre el país.

Y ni pensar en temas como la educación, la salud, el empleo y el campo que hoy en día nadie toma en cuenta y menos en tiempos de campañas. ¡Pobre México!

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