Lo que da conocer el argentino en su libro Derecho de Réplica que acaba de ponerse en venta al público, es que destila la amargura. Quien otrora recibió el cobijo de los hombres del régimen, cuyos nombres aparecen uno tras otro en una retahíla de personajes consagrados en la política nacional. Los que son fácilmente identificados por el gran público; a los que Ahumada presuntamente les quita la careta de hombres de bien, son ésos que en cada entrevista dicen estar preocupados por el futuro del país. Si el esbozo que hace de ellos fuese cierto, lo que me niego a creer, que mal andaríamos en cuanto a nuestros prohombres que los retrata como ambiciosos, sin pizca de decencia, dispuestos a volcar el espíritu de la Nación en razón de sus apetencias personales. Unos muy conocidos otros no tanto. De uno de ellos relata que estaba pero no estaba, en ese estado en que su cuerpo estaba presente pero su mente no, dando la impresión de que se encontraba muy lejos de ahí, a lo que suele decirse que estaba como ido, refiriéndose a Vicente Fox quien no dejaba de saborear una pastilla estando como pasmado o sea alelado, absorto, distraído, dando a entender que así se pasó todo un sexenio.
Como es costumbre, parece un estribillo que se sigue al pie de la letra "No conozco al señor" y como son sus palabras contra las de él, a menos que aparezca un video cuyas imágenes digan lo contrario, queda claro que sus menciones pueden ser tan sólo producto de una fábula. Nunca platicó con ellos, los nombres a los que se refiere en su libro no tuvieron que ver con estrategias para impedir que Andrés Manuel ocupara la casa de Los Pinos. La perredista Rosario Robles, identificada antaño como compañera sentimental del autor del libro, dijo al respecto, "cuánto resentimiento, cuánto rencor, cuánta frustración debe haber en él, para escribir algo tan vulgar y tan fantasioso" reconociendo, eso sí, haberse reunido con Carlos Salinas de Gortari, quien en tono, creemos de chunga, le puso a la coahuilense la banda tricolor. Diego Fernández de Ceballos, otro de los personajes que involucra el autor del libro, no acepta su participación, tal como se la atribuyen, pero extrañamente y con la tosquedad que lo caracteriza, agregó, no voy a entrar en esa polémica, estoy tranquilo, lo que hice lo volvería a hacer. Esto último da qué pensar: ¿qué hizo?, ¿qué estaría dispuesto a volver a hacer?
Y si el señor Ahumada que plantea un panorama en la que dice poner al descubierto a la mafia que manda en los asuntos públicos en México como la más antidemocrática que haya existido en el país, desde los tiempos en que asumió el poder Victoriano Huerta, asumiendo la postura vulgar de mandar asesinar a Madero y a Pino Suárez es de seguro un hombre vulgar, debe ser, pues son los que hacen vulgaridades, trepando ahora por la escalera del rencor. Durante cinco años estuvo rumiando ese sentimiento, que por lo que se ha visto no la suele brincar sin beneficio, por lo que habría que preguntarle, qué lo anima a enfrentarse a tan conspicuos personajes de la vida pública. Su tirria no puede ser tanta como para no darse cuenta desde antes de cómo se las gastan algunos de estos señores. Si a ello le agregamos que su dicho carece de un respaldo moral sólo hay en este país un hombre en que se puede apoyar para vituperar del modo que lo hace. Estoy hablando de que si bien refiere hechos bastante oprobiosos, no les hace mella en su honra pues hace rato que dejaron en el camino el lustre de una vida digna. No todos pero sí bastantitos, parodiando al jefe Diego, carecen de pudor en el desempeño de sus funciones, no hay de ellos una buena opinión y su fama está por los suelos.
¿Pero quién es el acusador?, ¿Es una persona a la que puede dársele crédito? No, rotundamente no. Es un aventurero, ni siquiera tiene el estilo de un bon vivant, que se presta a servir al mejor postor. Él lo dice, al narrar que video grabó, que después vendió y luego lo estafaron. Para eso y por eso levanta la tapa de las inmundicias provocando en el ambiente un hedor mefítico que demuestra, de ser cierto, lo putrefacta que está la política en este país y con ella la gran mayoría de los políticos. El libro de Ahumada puede ser considerado la más grande patraña que este país haya leído o la denuncia que nunca jamás nadie se hubiera atrevido a hacer. Los días que siguen podrán de alguna manera desentrañar el enigma. Los afectados pueden, enarcar una ceja, pero no pueden permanecer serenos como si nada estuviera sucediendo. No basta con negar que nunca ha tenido tratos con semejante engendro de las pampas, menos podrá hacerlo quienes tienen aspiraciones de figurar en la lista de posibles candidatos la presidencia, pues este argentino de porra los involucra en el trasiego de dinero que llegó a sus manos en pago de videos. En fin, el dicho de Ahumada tiene un trasfondo político que huele a sardinas podridas.