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Las siete llaves

GILBERTO SERNA

En un rincón de las tribunas de la parte alta, si usted abría los ojos lo suficiente podía advertir que en el mare mágnum que se había formado al gritarse títeres unos y títeres los otros de los presentes, distraídos se encontraban sentados, cual estantiguas, difuminados y casi invisibles, los espectros de los héroes cuyos nombres aparecían grabados en letras de oro en los muros del augusto recinto. Vestían de levita sentados en los asientos asistiendo aburridos al desarrollo de la sesión. El debate que tenía lugar, allá abajo los hacía bostezar. Era lo mismo de siempre. En el devenir de los tiempos siempre habían oído las mismas monsergas. Atrás habían quedado aquellos días en que los representantes que se llamaban a sí mismos hijos del pueblo, trayendo consigo pavorosas pistolas que su sola presencia le daba a las sesiones un sabor único. En los días que corren a esos recintos acuden personas oliendo a lavanda inglesa, enfundados en caros trajes cortados por los mejores y más caros sastres de la época.

Al inaugurar el 41 Foro Nacional de la Industria Química desde un hotel de la zona de Polanco, el presidente Felipe Calderón Hinojosa, quizá desesperado por la situación económica que se está viviendo en el país o pretendiendo darles una acalambrada, dijo parecerle inaceptable que haya grandes corporativos que le exigen a su Gobierno que recorte su gasto y que para salir del hoyo imponga a los más pobres impuestos sobre alimentos y medicinas, en tanto que cuando se asomó a ver las cifras que estos empresarios desembolsan, agregó, encontró que esos consorcios en promedio pagan apenas el 1.7 por ciento de impuestos, lo cual, indicó el Ejecutivo, no puede seguir siendo así. Expuso que no pedía sacrificios extraordinarios a las empresas del país ni que cubran por ese concepto más de lo que paga un dentista o un empleado, sino que paguen su parte cumpliendo con la Ley. Dejó entrever que para burlar sus obligaciones fiscales los empresarios patrocinan eventos deportivos y culturales así como actividades filantrópicas y sin embargo eso no los exenta de cumplir con su compromiso con el país, diciendo que también paguen aunque sea una parte de los impuestos que necesita México.

No tardó mucho para recibir una respuesta, rechazando que las grandes empresas no estén contribuyendo con el pago de impuestos, asegurando que actúan dentro de un marco legal. Aseveró lo anterior el presidente del consejo coordinador empresarial, no descartando que haya abusos de algunos grupos empresariales, pero que para eso está la autoridad, para fiscalizar. A eso antiguamente se le decía venir por lana y salir trasquilado. Es decir, si tienes los pelos de la burra en la mano qué esperas para instrumentar la recuperación de créditos fiscales evadidos. La contestación a la filípica del presidente sorprendentemente dio por resultado el que, adicionando la Ley, en un artículo transitorio en el Código Fiscal de la Federación se establezca que los nombres de las empresas que no pagan impuestos se mantengan en secreto, de tal manera que ni tan siquiera los legisladores puedan requerir las razones sociales a la Secretaría de Hacienda. Así, los datos de las empresas que no pagan impuestos son legalmente confidenciales. Lo que discrepa con lo que actualmente se hace de buscar la obtención de ingresos donde sea violando lo dispuesto en la Constitución de que los impuestos que señala como obligación de los mexicanos contribuir para los gastos públicos de manera proporcional y equitativa. Mientras como si tuvieran temor de Dios los nombres de las empresas o su razón social, deben permanecer en secreto.

Hay en este asunto una injusticia que deja perplejo al que no conozca cómo se hilan estos asuntos en las alturas del poder. Lo que se dijo no traerá ninguna consecuencia para los grandes capitales. El desajuste entre los que lo tienen todo y los que no tienen nada, seguirá igual in saecula saeculorum. Podríamos desgarrarnos las vestiduras, arrancarnos los pelos de la cabeza, o llorar a moco tendido sin que obtuviéramos por parte de las autoridades otra cosa que silencio. Los mega empresarios podrán seguir postergando el pago de impuestos, que no son una baba de perico, haciendo crecer hasta el infinito sus haberes, contratando los servicios de poderosos despachos de abogados para en tiempo récord lograr, si se puede, le sean devueltos o perdonados. Lo que está atestiguando el ciudadano es que esas empresas cada días que pasa atesoran mayores recursos, en tanto que el ciudadano común y corriente que ha sido desempleado no encuentra cómo sostener a su familia. La Auditoría Superior de la Federación, hace ya dos años, detectó que hay empresas con ingresos superiores a 600 millones de pesos, cuyo pago neto de impuestos en IVA no llegaba a ¡100 pesos! Esto, causa asco y rencor. La protección a los grandes emporios está a la orden del día. Sus libros contables están a salvo, guardados bajo siete llaves.

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